Capítulo 43

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La marca

HARLEEN

Una parte de mí siempre supo que Jared trataría de obtener más que una simple tarea por el favor que le pedí a su padre, pero jamás esperé que fuese a plantearme una alternativa para hacer mi trabajo, y mucho menos que reaparecería en Euforia por segunda noche consecutiva.

Él, sin mucho disimulo, intentó convencerme de que consiguiera información de la boca del mismísimo Daniel.

Sedúcelo. Llévatelo a la cama. Haz lo que sea necesario para que hable.

Jódete —gruñí negándome rotundamente.

Él no se apartó de la barra y su insistencia comenzó a llamar la atención de la gente, así que decidí llevarnos a un lugar apartado, no sin antes pedirle a Halsey que me reemplazara unos minutos.

Una vez a solas, seguí negándome a su propuesta. Si bien yo accedí a conseguir la información que me pidió, pensaba hacerlo a mi manera. Michael aceptó esto siempre y cuando diera resultados. Apenas llevo una semana en Euforia, joder, tampoco puedo lograr mi misión tan rápido.

A este dilema se le sumó el hecho de que Yoongi desapareció a mitad de la noche. Me enteré por Daniel, que fue a buscarlo para ponerlo al día con los papeles laborales y no lo encontró en su puesto, por lo que recurrió a mí.

Ha pasado una hora desde entonces y Yoongi sigue sin responder a mis llamadas y mensajes. He comenzado a preocuparme. El miedo de que se haya ido de Weakland, de que haya surgido un inconveniente con su hermana o en la vida que llevaba antes, me paraliza. Apenas logro cumplir con los pedidos de las personas que, a mi alrededor, siguen bebiendo como si la vida fuera una fiesta. Para ellos puede que lo sea, pero para mí, en este momento, es una pesadilla.

Cuando Euforia finalmente cierra sus puertas, me apresuro a la salida trasera de la discoteca y busco la moto de Yoongi. No está donde la dejó aparcada al llegar. Al igual que él, ha desaparecido.

Cojo mi móvil ahora con mis manos temblorosas y vuelvo a marcar su número. El tercer tono suena al mismo tiempo que la puerta a mi lado se abre.

Es Halsey. Ella se queda mirándome cuando me quito el móvil de la oreja. Supongo que la inquietud está dibujada en mi rostro cuando, sin dudarlo, se acerca y me dice:

—¿Está todo bien? ¿Necesitas algo?

El hecho de que apenas hayamos intercambiado palabras en la semana que llevamos trabajando juntas me hace cabecear.

—No, yo...

Pero mi balbuceo muere en cuanto desplazo la vista al aparcamiento.

—Puedo llevarte a tu casa —ofrece ella de inmediato, como si hubiese podido leer parte de mi dilema en mis ojos.

Podría ir caminando a mi departamento, tal como lo hice días antes de que Yoongi volviera a mi vida, pero los nervios que me envuelven son difíciles de controlar y, ahora, lo único que quiero es llegar lo más pronto posible a mi piso y comprobar si Yoongi se encuentra allí.

Asiento hacia Halsey y ella no tarda en guiarme a su coche, de un modelo casi tan viejo como el que le compré a Tony, e invitarme a subirme. Apenas estamos sentadas, le doy mi dirección y me limito a mirar por la ventana mientras maneja.

Ella es prudente al conducir. Se detiene en cada esquina y no sobrepasa los 60 kilómetros por hora. De hecho, pareciera que ni presionara el acelerador. Todo pasa muy lento.

—Te llevarías bien con Zed —dice inesperadamente cuando ya hemos hecho la mitad del camino—. El bartender al que estás reemplazando —aclara en cuanto me giro para verla.

CHERNÓBIL | YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora