Capítulo 40 | Segunda parte

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Daniel hizo dos cosas antes de aceptarme como guardia: me miró de arriba abajo, para evaluarme físicamente, y luego centró sus ojos en los míos durante quince segundos sin emitir palabra.

—Contratado —dijo al final, antes de tenderme la mano y volver a sus propios asuntos dentro de la discoteca.

Desde entonces, Harleen me ha llevado de un lado para el otro. Ella me ha puesto al día respecto a cómo funciona todo aquí. Euforia es una discoteca mediana para tratarse de una ciudad tan grande como Weakland, pero obviamente no es la única.

Mi tarea aquí es mantener el orden en el interior. Hay dos guardias flanqueando la entrada desde afuera pero, según Harleen, estos solo evitan que entren las personas menores de edad. Debido a un incidentes de hace días, habían comenzado a pensar la idea de un guardia en el interior, y por eso estoy aquí.

Ya casi son la ocho de la noche, la hora de apertura, y debo estar listo.

—Esta es tu camiseta —dice Harleen entregándomela tras salir de la oficina de Daniel.

Si bien ya no me siento ansioso, me inquieto cuando paso la vista a la tela. Es una camiseta común y corriente de color negro, con la palabra Euforia en blanco en la espalda, y un logo en medio del pecho.

—¿Es necesario? —gruño.

Ella sonríe.

—Sí. Esto demuestra que eres empleado y también te da cierta autoridad —dice.

Nunca me gustó la idea de usar uniforme, pero supongo que no tengo opción.

Vacilo antes de quitarme la camiseta que llevo puesta, estirar el brazo y coger la que Harleen me ofrece.

Su sonrisa se curva al verme con el torso desnudo.

—¿Qué?

—Nada. Es que... pensé que... irías al baño. Ya sabes, a vestirte —alarga luego de dar una mirada alrededor para comprobar si hay alguien cerca.

Estamos en el pasillo que une las pistas de baile con los baños. Sé que no hay nadie más que nosotros porque todos están preparándose para ocupar sus puestos.

—Es solo una camiseta, Mantequilla —digo.

—Bueno, sí, pero no estoy segura de querer compartir la vista —responde luego de mirar mi abdomen y mis pectorales—. ¿Por qué no te pones la camiseta de una vez?

Confundido por su prisa, le doy una rápida mirada a mi torso. No hay nada extraño en este. Sin embargo, cuando alzo la vista y vuelvo a ver los ojos de Harleen, sí veo algo raro en ellos. Brillan intensamente.

—¿No eres consciente de lo sexi que te ves, verdad?

Su pregunta me toma tan desprevenido que parpadeo. Ella sonríe y se arrima más; una de sus manos se adhiere a mi pecho y la otra la arrastra por mis abdominales.

—Tan sexi —susurra antes de juntar nuestros labios.

Ella es dulce, dulce y adictiva. E irresistible. Sin pensármelo siquiera dos veces, correspondo a su beso y estiro el brazo desocupado para envolverla desde la cintura.

Alguien carraspea.

Harleen se aparta con arrebato.

Justo en la entrada del pasillo, está Halsey. Ella es la única mujer, aparte de Harleen, que trabaja aquí. Fuimos presentado media hora atrás, pero apenas me miró a la cara. Incluso ahora, que apenas mira en nuestra dirección, sus ojos me siguen rehuyendo.

—Estamos por abrir. Pensé que querrían saberlo —anuncia antes de girar sobre sus pies y volver a la zona de las pistas.

Apenas la perdemos de vista, recibo un rápido beso en los labios por parte de Harleen. Acto seguido, esta me da un empujón por el trasero con su mano y dice:

CHERNÓBIL | YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora