Capítulo 32 | Segunda parte

314 62 55
                                    

Hyesoo cree que Gia podría ser la hermana. Ahora, a diferencia de ayer, ya casi no tiene dudas al respecto. Supongo que haber hablado con ella, o simplemente haberla visto cara a cara, fue suficiente para confirmar varias de sus teorías.

Quizá es por ello, o porque sigue impactada por el encuentro, que hasta olvidó que habíamos planeado pedirle una prueba de ADN.

Ahora solo quiere mantener a Gia unos días aquí, mientras piensa en qué camino tomar al respecto. Tan firme está sobre esta decisión que, apenas media hora después de haberla conocido, nos agradeció a RM y a mí por la ayuda y luego nos dejó libres.

Como cada vez que terminamos un secuestro, estamos libres.

Un tanto inquieto por ello, aunque dispuesto a cumplir con este proceder que tan bien nos ha funcionado a través de los años, camino hacia el aparcamiento del edificio.

RM camina junto a mí.

Es cuando llegamos al subsuelo, donde yo dejé mi moto, que RM se ofrece para deshacerse de la furgoneta. Debemos hacerlo. Convertirla en chatarra es lo ideal. Eso o quemarla. RM, a diferencia de mí, prefiere lo primero.

Accedo y me dirijo a la moto.

—¿Y eso? —pregunta, sin embargo, antes de caminar hacia la furgoneta.

Confundido, giro para verlo. Él está mirando hacia mi moto. Rápidamente, me doy cuenta de qué ha llamado su atención.

—Un casco —siseo.

Ladea la cabeza y su entrecejo se frunce.

—En realidad, esos son dos cascos —señala.

Mi cuerpo se tensa, pero ignoro su observación y me subo a la moto. Una vez que pongo la llave en la ignición, me preparo para encenderla. Pero, entonces, RM se arrima y dice:

—Mantequilla.

Mis músculos se contraen ante ese sonido. Miro a RM con mi mandíbula apretada, forzándolo a dejar el tema, pero él no aparta la vista.

—Así es como tienes en tus contactos a la mujer policía —añade firme e inquisitivo a la vez.

Con esta, es la quinta vez que RM menciona de algún modo a Harleen. Su interés comenzó en La posada del rey, la vez que me encontró en la discoteca con ella, y desde entonces no ha menguado.

Supongo que fue la última llamada de Harleen, cuando yo estaba junto a RM horas atrás, la que terminó de provocar su curiosidad. Ella me llamó para saber si estaba bien y hablamos durante unos minutos. Si bien me aparté de RM para responderle a Harleen, él debe haber alcanzado a ver el apodo cuando mi móvil sonaba.

Aprieto mis puños en el manillar de la moto y dejo mis ojos fijos en los suyos.

—¿Cuál es la pregunta? —gruño.

—¿Pregunta? No tengo ninguna —dice con serenidad—. Más bien, tengo una sugerencia.

Cruzado de brazos, se ve más reflexivo que nunca. Emito un gruñido y espero. Él, sin embargo, se limita a mirarme.

—Dilo ya —le siseo entonces, molesto por el suspenso.

Como si hubiese estado esperando mi tono desesperado para hablar, exhala lentamente y dice:

—Hazla parte de esto, Daegu.

Mi ceño empieza a fruncirse. RM suspira.

—Hazla parte o sácala por completo de tu vida —alarga.

—¿A qué te refieres? —indago, aunque ya tengo una vaga idea de lo que se aproxima.

—A que tarde o temprano ella se enterará de lo que hacemos y deberá elegir un bando —explica de todos modos—. Y sería bueno que, para entonces, al menos tú estuvieras seguro de lo que quieres.

CHERNÓBIL | YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora