Capítulo especial + Nota de autora

315 57 57
                                    

Guerra de sexos

NICOL

En momentos desesperados, tomar medidas desesperadas no es un delito. Así como durante la guerra no está penado matar, durante mi trabajo no está mal visto recurrir a tácticas poco profesionales. O esto es lo que me digo para justificar lo que acabo de hacerle a Kwon Seokjin.

Pagarle a Gloria para que lo distraiga tampoco es que sea un pecado, aunque Gloria admitió querer cometer varios con él. Pero esto es lo de menos. Lo que realmente importa es que ella cumpla con lo que le pedí.

Dos minutos bastan para que Gloria logre su objetivo. Ha sido bastante persuasiva, pienso al ver cómo sale del bar seguida por Seokjin, en dirección contraria a la mía.

Inhalo hondo cuando doblan en la siguiente calle y los pierdo de vista. Es hora de ponerme en acción.

Tan sigilosa como lo he sido las últimas semanas, volteo y camino hacia la casa de Seokjin. Si Gloria es buena en lo suyo, este demorará en regresar. Mientras, yo registraré esa típica casa de ciudadano promedio en la que ha estado quedándose. Necesito saber en qué anda, más que para informar a mi jefe, porque la curiosidad me consume.

Desde que voló desde Zendar a Colombia, Seokjin no ha hecho mucho. Al principio creí que se había cambiado de casa por cuestiones laborales; no es extraño que en un rubro como el suyo, la gastronomía, encuentre oportunidades alrededor del mundo. Pero todavía no lo he visto visitar ningún restaurante, ni siquiera para obtener comida.

Él ha mantenido un perfil bajo. Más que como turista, se ha mostrado como un habitante. El hecho de que esté en Cartagena, una ciudad tan visitada por extranjeros, le ayuda a pasar desapercibido.

Seokjin podría vivir tranquilamente aquí, por el resto de su vida, sin que nadie objetara su inesperada presencia.

Pero, estoy yo. Y yo si me intereso por su llegada a este país. Latinoamérica es mi tierra. Así que ¿qué hace Seokjin aquí?

Perdida en mis pensamientos, apenas he reparado en los pasos que he dado. Afortunadamente, mis pies no se han perdido.

Me detengo frente a la pintoresca casa rentada por Seokjin y, sin muchas vueltas, la rodeo hasta encontrar la ventana que una hora atrás vi abierta.

Los robos no deben haber sido un problema donde ha vivido antes, porque desde que llegó aquí no se ha detenido a tomar medidas de seguridad.

Tras correr las cortinas, alzo una pierna y la introduzco en el interior de la casa. La ventana está a la altura de un metro, así que no debo hacer mucho esfuerzo.

Entrecierro los ojos al quedar en la sala para acostumbrarme a la poca luminosidad. Es de noche y todas las luces se hallan apagadas, excepto una lámpara junto a la puerta.

Decidida a llamar la atención lo menos posible, me muevo en penumbras por el lugar. Solo cuando he llegado al centro de la sala, quito el móvil de mi bolsillo trasero y enciendo la linterna. Entonces, sí, comienzo a revisar todo lo que está a la vista y podría darme una pista acerca de lo que está haciendo Seokjin aquí.

Encuentro unos papeles impresos a su nombre sobre la mesa, pero es el contrato de renta de la casa. Junto a este, hay un par de tickets del supermercado. Y también un libro. No es un libro cualquiera; es un diccionario de español.

Dejo todo tal cual lo encontré y me dirijo al corto pasillo. En este hay cuatro puertas, dos de cada lado. Abro la primera puerta y doy con un dormitorio vacío. Salgo y abro la que se halla enfrente. Dentro de esta habitación, sí hay rastros suyos. Entro y reviso la mesilla de luz en primer lugar. Todo lo que encuentro allí es un reloj pulsera, un bolígrafo y ¿un lápiz labial? Cierro el cajón y me arrimo al ropero. Este está repleto de ropa bien ordenada.

CHERNÓBIL | YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora