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Jennie pov. 

—¿Qué tal las vacaciones? —Le pregunto a Rosé, que está sentada frente a mí.

Como otra paria residente de la Academia Hardersfield, hemos estado comiendo juntas en solidaridad silenciosa desde el noveno grado.

Subrayo lo de silenciosa porque la chica es tan tímida y silenciosa como un ratón y rara vez habla.

Mira su plato. —Bien.

Sí, eso es lo máximo que voy a sacar de la chica.

Hago girar mis espaguetis alrededor de mi tenedor. —Deberías unirte al consejo estudiantil.

La verdad es que estoy desesperada por tener más miembros. Diablos, estoy bastante segura de que la única razón por la que me votaron como presidente es porque nadie más lo quería.

Y si soy sincera conmigo misma, sólo quería el puesto porque queda muy bien en las solicitudes universitarias.

Rosé sacude la cabeza y allí se acaba todo.

Suspirando, me llevo la botella de agua a la boca. —Te juro que no es tan malo como tú... —Mi frase se interrumpe cuando los ojos de Rosé se abren de par en par con miedo.

Al instante, sé quién está detrás de mí.

Me giro en mi asiento. —¿Qué quieres, Lisa?

Se me revuelve el estómago cuando veo a Shadow-la friki con la que se rumorea que se esta enrollado- abrazada a ella.

Me fijo en su grueso delineado negro, su lápiz de labios negro, sus botas de combate, el cabello azul verdoso que lleva en coletas y los múltiples piercings de su rostro. Nadie sabe por qué no se mete en problemas por violar el código de vestimenta.

La mano que Lisa tiene alrededor de la cadera de Shadow se tensa. 

—Llega a mi jeep a las tres.

—No puedo hacerlo. —Le doy una sonrisa dulce y azucarada—. Tengo una reunión del consejo estudiantil después de clases.

Sus fosas nasales se expanden con fastidio. —Claro que sí, joder.

Pasando un brazo por los hombros de Shadow, se aleja, pero no antes de que oiga a Shadow murmurar: —Bonitas perlas, mojigata.

Uno pensaría que alguien como ella entendería lo que es ser condenado al ostracismo... pero aparentemente no.

Antes de que pueda detenerme, digo: 

—¿No es hora de que vuelvas a tu ataúd, Morticia?

Gruñendo, me enseña los dientes.

Hago la señal de la cruz con los dedos—. Que el poder de Cristo te aleje. —Para mi sorpresa -y deleite-, algunas personas de la cafetería se ríen.

Hasta que Lisa se acerca a grandes zancadas.

Sucede tan rápido, que apenas tengo tiempo de registrarlo recogiendo mi plato de pasta antes de tirarlo sobre mi cabeza.

La vergüenza inunda mis mejillas mientras la salsa roja se filtra por mi cabello y mi ropa y las risas resuenan por toda la cafetería.

Como no tengo un uniforme de repuesto, voy a estar así todo el día.

Me quito unos cuantos hilos de espaguetis de la falda y se los lanzo. 

—Idiota.

Se lo quita de la camisa y se lame la salsa del pulgar. —Te sugiero que dejes de abrir la boca, Stray.

Te Odio. [Jenlisa g!p]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora