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Lisa pov.

Después de limpiar el suelo y las encimeras de la cocina, llevo las bandejas de cupcakes que Jennie ha hecho a la basura.

La rabia hierve en mis entrañas mientras tiro todo a la basura. 

Me doy la vuelta para alejarme... pero me detengo.

Vuelvo a meter la mano en la papelera, tomo uno de los cupcakes y me lo llevo a la boca.

La dulzura húmeda golpea mi lengua y todo lo que puedo pensar es...

Que lo jodan.

Busco mis llaves en el bolsillo y camino hacia mi jeep.

Necesito algo para despejar mi cabeza.

Algo para domar a la bestia.

Algo que me haga olvidar.

Algo para calmar el dolor.

—Deberías vigilar mejor a tu hermana —dice la voz de mi padre detrás de mí—. Asegúrate de que sigue las reglas.

Resoplo. —Claro que sí.

Convencer a Jennie de que siga sus reglas es como intentar domar a un caballo salvaje.

Seguro que con el tiempo se pueden adiestrar... pero se necesita mucho tiempo y esfuerzo.

—¿Perdón?

Me giro para mirarlo. —Sí, señor.

Se rasca la barbilla, riéndose para sí mismo. —Tiene una gran boca. —Su sonrisa vacila y sus ojos oscuros se agudizan— No me gusta.

—Correcto.

Mira las llaves en mi mano. —¿Vas a algún sitio?

Las meto de nuevo en el bolsillo de mis pantalones. —No.

Silbando, se dirige a su auto. —Tengo que hacer unos recados antes de la fiesta de esta noche, eres bienvenida a acompañarme.

El hielo fluye por mis venas. —No. Gracias, señor.

Cuando llega a su auto, se queda quieto, sosteniendo mi mirada. —Es una cosa muy extraña. Últimamente estornudo mucho y no tengo ni idea de por qué.

Aprieto los dientes mientras se sube al asiento del conductor, arranca el motor y se va.

Cuando se ha ido, me dirijo a la parte trasera de la casa.

Un olor metálico golpea mis fosas nasales en cuanto entro en el sótano.

Se me revuelve el estómago y se me erizan los vellos de la nuca al ver el rastro de sangre en el suelo.

No.

El ácido me sube a la garganta cuando doblo la pequeña esquina de mi cama.

Inhalo una fuerte bocanada cuando encuentro a Bigotes en el suelo frente a mi cama.

Con la garganta cortada. 

Aprieto los puños, mi pecho se encoge mientras miro fijamente al gatito mutilado.

Esto fue una advertencia.

Y si ella no tiene cuidado... sólo empeorará.

Te Odio. [Jenlisa g!p]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora