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Jennie pov. 

Santa mierda.

La adrenalina corre por mis venas mientras regreso al vestuario.

No puedo creer lo que acabo de hacer. 

Sin embargo, si alguna vez hubo una noche para ser audaz, fue esta porque está lleno.

—Maldita sea, chica —dice Heather cuando abro la puerta del camerino—. No hay un asiento seco en la casa después de esa pequeña actuación.

Después de colocar mi bolsa de dinero en el mostrador, me pongo el sujetador. —Bueno, espero que haya valido la pena...

—No puedes entrar allí —grita Bubba, el guardia de seguridad, antes de que se abra la puerta del camerino.

Me quedo con la boca abierta cuando Lisa entra corriendo, luciendo como una psicópata trastornada cuando su mirada se posa en mí.

—Qué demonios estás...

No consigo terminar mi declaración porque Lisa me levanta y me lanza por encima de su hombro como una especie de cavernícola desquiciada.

—¿Estás loca? —Le doy una palmada en la espalda cuando se gira para salir de la habitación.

—¿La conoces? —Heather grita cuando pasamos el mostrador y alcanzo mi cárdigan.

—¿Debo llamar a la policía? —pregunta Bubba, esquivando a Lisa mientras sale de la habitación.

No, deberías detenerla. Por otra parte, ahora que he visto a Lisa pelear... no terminaría bien para el pobre Bubba.

—Es mi hermanastra, —contesto porque el club tiene una regla estricta contra la presencia de novios.

No es que Lisa sea mi novia.

No es nada para mí. 

Lo dejó perfectamente claro la otra noche.

—Bájame —exijo, pero la idiota me ignora mientras camina a trompicones por el pasillo.

Al menos se dirige a la salida trasera en lugar de atravesar el club, intento escabullirme de sus brazos, pero eso solo hace que su agarre sobre mí se apriete. —Jesús. ¿Eres sorda? Ponme b...

—No —gruñe Lisa—. Ya terminaste.

No puede hablar en serio.

—Mi turno no termina hasta dentro de dos horas, necesito volver adentro.

Abre de un empujón la puerta que da al patio trasero. —Ya no trabajas aquí, has terminado, joder.

Por un momento juro que debo estar escuchando cosas porque nada de esto tiene sentido. —Estás bromeando, ¿verdad?

Me sobresalto cuando siento su palma azotar mi culo desnudo.

Maldita sea. ¿Acaba de azotarme como si fuera una niña?

—¿Te parece que estoy bromeando? ¿O necesitas otra?

No puedo evitar reírme porque está actuando y hablando como una loca.

Mi risa solo hace que le dé un azote a mi otra nalga.

Golpeo la parte de atrás de su muslo.

—Deja de azotarme, idiota. —La pellizco por si acaso—. Y bájame, ahora.

Para mi sorpresa, acepta y me deja delante de su jeep.

Rápidamente me pongo la única prenda de vestir que pude agarrar y la abrocho.

Te Odio. [Jenlisa g!p]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora