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Lisa pov. 

La lluvia salpica contra mi parabrisas con tanta fuerza que suena como si fueran piedras golpeando el pavimento cuando entro en la calzada.

Mis hombros se hunden mientras apago el motor, una potente mezcla de ira y resentimiento se arremolina en mi sistema.

Apretando la mano en un puño, golpeo el volante y grito en la oscuridad. —¡Joder!

Vuelvo a golpear el volante, disfrutando del parpadeo de dolor que me recorre la mano y el antebrazo.

Con un gruñido, salgo de mi jeep y me sumerjo en la lluvia torrencial. 

Estoy a punto de entrar, pero una figura tumbada en la calle frente a la casa capta mi atención, la inquietud me recorre mientras me acerco cautelosamente al cuerpo.

Qué carajo...

Mis músculos se tensan y me quedo congelada cuando veo a Jennie inmóvil, con la dura lluvia golpeando su cuerpo inerte.

Me arrodillo y le agarro la muñeca, ignorando la oleada de alivio que me recorre cuando siento su pulso. —Jennie —le digo, sacudiendo sus hombros—. Despierta de una puta vez.

No hay respuesta.

Maldita sea.

Debería dejarla aquí para darle una lección sobre ir a fiestas y emborracharse tanto que se desmaye... pero entonces caigo en la cuenta de que esta mierda no es propia de Jennie.

Y no fue a esa fiesta sola.

Sólo entonces percibo el ligero olor a vómito que desprende y me doy cuenta de que el botón y la cremallera de sus pantalones están desabrochados.

No hace falta ser una jodida genio para darse cuenta de que algo no va bien. 

La sacudo de nuevo, esta vez con más fuerza. —Maldita sea, Stray, despierta de una puta vez.

Nada.

Murmurando una maldición, la atraigo a mis brazos, hace un ruido de náuseas cuando me levanto y consigo empujar su cabeza hacia el otro lado justo a tiempo para que vomite.

Maldita sea.

Sus ojos se abren de golpe y la confusión que se arremolina en ellos se convierte rápidamente en puro terror cuando levanta la vista y me ve.

Un violento escalofrío sacude su cuerpo y la oigo murmurar débilmente: 

—Por favor, no me mates —antes de que su cabeza se incline hacia un lado y se desmaye de nuevo.

Subo por el sendero de la casa, con la intención de llevarla a su dormitorio, pero me encuentro dando la vuelta por detrás, entrando por la entrada lateral que lleva al sótano donde duermo.

Aunque sigue inconsciente, un temblor la recorre y sus dientes empiezan a castañear, si no le quito pronto esta ropa mojada, probablemente se enfermará.

Bien.

Apretando los dientes, la dejo caer en el suelo junto a mi cama, con un gesto de dolor, se rodea la cintura con los brazos, casi como si quisiera protegerse del coco.

Se ve tan jodidamente patética que me cuesta mucho no reírme.

—Me lo debes —le digo mientras la levanto del suelo y la pongo en mi cama. 

Su espalda se dobla cuando la pongo en posición sentada y trabajo para quitarle el top.

—Maldita sea, quédate quieta —gruño, dándome cuenta de que es jodidamente inútil porque no es que la perra pueda comprender nada 
ahora mismo.

Te Odio. [Jenlisa g!p]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora