Valentina
Ya estábamos todos ya entonados. La piscola había hecho efecto, sobretodo porque el humo del pito se paseaba por la casa y eso, indirectamente, nos volaba ínfimamente.
Estábamos en el living, pero ninguno se encontraba sentado en el sofá. Estábamos echando la talla entre todos puestos de pie.
Yo igual me sentía media mareá. Pero tampoco era heavy. Como que recién me estaba pegando el copete, así que puedo seguir tomando de pana.
Las cabras me hicieron sentir súper incluidas en su grupo. En ningún momento me excluyeron, al contrario. Apenas notaban que yo me alejaba, ellas me motivaban a acercarme a ellas. Eso me hizo sentir entera cómoda, teniendo en cuenta que llegué a la junta con el pololo de una de ellas.
Aun así, sentía que la Ingrid me veía con cierta curiosidad, pero algo me hacía creer que no era exactamente por el Damián... o esa era una de las tantas razones por las cuales se mantenía al límite conmigo.
El Damián, el Nico, Kevin y Benja se encontraban en la mesa, preparando unos tropicales. Sólo podía escuchar sus risas escandalosas, pero no podía distinguir exactamente qué hablaban.
—Oye, Vale —la Cristi me nombra, lo que hace que mi mirada se redirija a ellas, ya que estaba distraída mirando a los cabros que se encontraban por detrás de las chiquillas—. ¿Y tú estás en algo? —Me mira, levantando las cejas con una sonrisa de oreja a oreja, preparada para el cahuín.
Yo me río y ladeo la cabeza, mirando hacia abajo.
Sabía perfectamente por qué me preguntaban eso. De más que era por las historias que en algún momento subí con el Seba.
—¿Y ese zorroncito que subíai a tu ig? ¿No son nada? —La Cami se cuestiona, entera confundida, como si fuera un tema que ya habían hablado entre ellas.
La Ingrid me miró con atención, esperando a que yo comenzara a detallar mi vida amorosa.
—Es mi amigo no más. —Ellas me siguen observando, así que obligadamente tengo que seguir hablando—. O sea, sé que le gusto de hace caleta de tiempo... Pero no siento nada por él.
—¿Y por qué no? Si es entero lindo. —La Cami dice y la Kio le da un manotazo en el hombro.
—Desubícate más po', aweoná. —La Kio se queja.
—Na, no le dís color —me dirijo a la Kio—. Es que lo veo muy amigo. Hemos sido panas de hace cualquier rato. No puedo tenerle ganas ni nada.
—¿No podís o no querís? —La Cristi cuestiona.
—No me nace po', chiquillas —Me bajoneo un poco. Si igual me frustra caleta no poder sentir algo por él, si es un mino la raja y de muy wen corazón—. Me da lata.
—Demás llegará un mino a tu vida que se empeñe en conquistarte —La Ingrid me dice, con una carita de buena fe, pero sus expresiones delataban que también estaba bajoneá—. Erís preciosa.
Este es el momento en donde me siento como el pico. Como últimamente me he cuestionado bastante si me atrae el Damián o no, que su mina me diga eso me aprieta el cucharón.
Ta entero mal meterme con alguien que está pololeando, estoy certera de esa weá, pero los sentimientos no se controlan tampoco. Aun así, si es que rial me empieza a atraer el Damián, dejaré de ayudarlo a vender y me alejaré. Lo que me da más penita es que alejarme de él también sería distanciarme de las cabras y de mi ex compañero de básica, el Benja, y no me gustaría que pasara eso. Me caen entero bien.
—Oigan, cabras. Tan listos los tropicales. —Benja nos avisa y vamos todas a la mesa.
Me gustaría saber cuál es el vaso que le echaron menos Santa Helena. No me gusta cuando la weá está muy cabezona, pero no hay manera de diferenciar cuál es más dulce. Confío en mi instinto y agarro un vaso aleatorio.
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volao culiao
Teen FictionDe cómo la Vale le ayuda a vender mota al Damián, un weón drogo con polola.