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Damián

—Nunca subís weás a tus historias y cuando subís, nos subís drogándonos weón. Qué weá, Nico. —El Benja lo webea, entre enojado pero buena onda.

—Es mi insta, weón. Yo subo lo que quiero no más. Ni ahí con los weones que critican.

—Pero dile a este weón que lo borre po'. A ti te hace caso. —El Benja me apunta a mí pa' que yo le pare los carros al Nico.

Sin embargo, desde que nos pilló con la Undurraga y a mí en la parte de afuera del vacile no he hablado con este weón. Si el culiao suelta alguna palabra de lo que vio toda la relación que llevo con la Ingrid se cagaría.

Yo, tirao' en el sillón, frunzo el ceño y miro al Nico, pero su cara de seriedad me hacía saber que es mejor que yo no le exija na' por el bien de mi pololeo con la Ingrid. Ese aire de grandeza y egocentrismo que tira este culiao' de repente me enerva de la peor manera.

—¿Qué querís? ¿Que lo borre? —El Nico me pregunta con la voz entera tranquila, pero con un aire narcisista total.

En verdad, no me gusta que suban weás fumando. Eso es pa' alumbraos. Pero algo me decía que mejor no le dijera ni una weá al Nico.

—Déjalo como querai no más. 

—Eso —Yo estando sentado y el Nico parado, él va y me acaricia la mejilla tratándome como perkín—. Así me gusta.

Hago un movimiento de cabeza pa' que el aweonao me deje de tocar y él se detiene.

—¿No quieren un tecito? —La Cami pregunta, acercándose con una tacita donde se acaba de servir algo calentito. El Nico ladea la cabeza y después me observa—. ¿Y tú, Damián?

La Cami se gastaba sus buenas curvas. Tenía una cinturita de avispa y piernas gruesas, aparte que se le notaban caleta las clavículas. Ahora entiendo por qué al Benja le gustaba caleta la Cami antes que su polola.

—No, gracias. Yo cacho que ya me voy. —le digo, parándome y comenzando a buscar mis volás pa' virarme.

—¿Te vas a ir antes que la Ingrid se despierte? —La Cami pregunta e inmediatamente le echo una mirá al Nico, quien me observa también y se ríe de manera ladeada, como victorioso.

—Es que mi hermana ya me está webeando —le comento, claramente mintiendo, pero pasé piola igual—. Dile a la Ingrid que mis viejos me estaban webeando.

—Ya po'. Dale. ¿Y ustedes? —la Cami se dirige al Benja y al Nico. 

—¿Me puedo quedar a almorzar?

—Yiaa, qué patudo. —La Cami se ríe pero termina asintiendo con la cabeza—. Sí, tranqui. No te preocupís. ¿Y tú, Nico?

—Yo me voy con el Damián. —objeta y comienza a buscar su mochila entre las sábanas dispersas en los sillones—. No te molesta, ¿Verdad?

—¿Por qué me molestaría?

Nos despedimos de la Cami y las chiquillas que estaban despiertas. La única que seguía durmiendo era la Ingrid, pero estaba muy volao' como pa' darme la paja de irle a dar un beso de despedida. 

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora