o c h o

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V a l e n t i n a

—Prefiero mil veces tener picos en los dedos que tener choros en las orejas —digo, sosteniendo mi vasito con piscola y con una pierna sobre la otra, mientras que la Cata no paraba de quemar.

Las amigas de la Kio son súper telitas, y tiran unas tallas wenísimas.

—Por dos —dice la Cata, aguantando el humo y después de unos segundos soltándolo—. Siento que todos los pelos de la nuca se te pegarían en el choro si son orejas. Te tendríai que estar rascando la zorra todo el rato.

—¿Los pelos de la zorra pican? —El Seba pregunta, quien está sentado a mi lado.

Sé que el culiao quiere puro poner su brazo alrededor de mi cuello, o su mano encima de mi pierna. Se le nota caleta, y más encima la Cata no pasa piola echándole miraditas de motivación al Seba pa que lo haga, pero tampoco me caliento la cabeza.

—Al menos a mí no. —La Cata contesta. Agarra el bong y se lo extiende al weón que se le cayó el vaso de piscola en la cocina, quien está sentado al lado de la Ingrid cogidos de la mano, así que supoooongo que son pololos—. ¿Querís?

—Dale, pasa pa acá. —El mino, después de cinco largos segundos, contesta y agarra el bong.

—Pero weón, ¿qué estái haciendo? —la Kio reacciona y le grita—. Erís terrible chapita, con esa weá te vai a ir a la chucha.

—Déjalo nomás. Aquí toy pa cuidarlo. —La Ingrid le agarra más fuerte de la mano, pero el weón con dificultad la suelta pa agarrar el encendedor.

—Si el Damián se pega el show vo te vai a hacer cargo. —Una de las amigas de la Kio, la Cristina creo, la webea y la Ingrid le muestra el dedo del medio divertida.

Damián, así se llama. El gil tenía una cara bonita: ojos maoma claritos, el pelo también y todo chascón, tenía el medio estilazo con su cortavientos, su banano y sus zapatillas. Con el poco rato que hemos estado jugando verdad o reto con él presente me he dado cuenta que es un poco pesado y distante, aparte de callado. Y parece que la Ingrid se incomoda por cómo es, pero lo disimula haciéndole más nanai.

—Efectivamente me fui a la chucha. —Damián dice, asintiendo con la cabeza.

Me río. Su lengua estaba dormida y hablaba como weón.

El culiao se agarra la frente y se sobajea, echando la cabeza pa atrás y acomodándose en el sofá.

—Taban letales. —Susurra el Seba—. Ya, entonces quién sigue —agrega, refiriéndose al verdad o reto.

—¡Mauri! —grito y el Mauri, relax, se voltea—. ¿Verdad o reto?

—Yo soy alguien que le gusta vivir al límite —Culiao que se adula solo—, así que reto.

—Weona, plis no. —La Cata susurra pero alcanzo a escuchar.

—Mm —Sonrío maldaosa—. Te reto a llevar a la Cata a mi pieza y en siete minutos tienen que bajar.

—¡Pero por quéeeee! Perra maraca culiá. Chúpamela. Picooooo. —La Cata grita sin pelos en la lengua, pero al Mauri parece no importarle—. Me la vai a pagar, Valentina culiá.

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora