c a t o r c e

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I n g r i d

Martes por la mañana; el Damián se volvió a sentar al lado mío, me saludó de besito en los labios y por un momento pensé que todo había vuelto a la normalidad, pero cuando en mitad de la clase hablábamos con la Cristi y la Cami que se sientan atrás y con la Kio que se sentaba adelante, noté que el Damián nos ignoraba de pies a cabeza como si estuviésemos pintás en la pared.

Aunque me cagaba de la risa con toas las weás que decían la Cristi y la Cami, en el fondo mi más mayor preocupación era la situación de mi vieja. Me intento concientizar de que en volá está bien y que no nos quiere decir porque ta buscando pega, pero me psicoseo pensando en que puede terminar mal, que la depresión está aumentando y está generando más problemas en su salud mental, y ahí no sé cómo calmarme.

No le conté nada a la Kio. Intenté decírselo, obviamente, pero tenía presente que a mi mamá no le gusta que cuente sus cosas ni asuntos de nuestra vida privada, así que al final no le conté niuna weá.

—¿Y vo qué? —La Cristi le da un palmetazo al Damián meándose de la risa—. ¿Te picó un bicho que tai así?

—No. —El Damián responde reepiola.

Con las cabras estamos acostumbrás a la frialdad nata del Damián, así que nos conformábamos con sus respuestas cortantes y no le seguíamos hinchando las weas.

—El Joaquín no ha venido a clases, weón —La Kio salta, preparada pa copuchentear—. Le deformaste la cara.

—¿Creís que te denuncie? —La Cami pregunta, un poco más seria que hace dos minutos.

Observo al Damián con detalle, sólo pa analizar cómo se comporta y sacar mis propias conclusiones.

Tarda un poco en responder y lo único que hace mientras piensa en qué contestar es hacer chocar el lápiz pasta contra el cuaderno.

—No fue dentro del liceo, tampoco andábamos con uniforme; el culiao es menor de edad y también estaba curao. Si me denuncia cagamos los dos.

Estaba también acostumbrada a sus respuestas bien estratégicas y extrañamente correctas. Todo lo tiene previamente planificado como la palma de su mano. Analiza absolutamente todo, y todo se lo guarda en su cabeza.

—Sí, tenís razón —La Kio toma un poco de jugo—. Igual no me caía tan bien el Joaco que digamos.

—Pero weona —La Cristi salta—, el Joaco te tiraba caleta de onda.

—Ya, ¿Y? —La Kio reacciona un poco desafiante—. Eso no significa que me caiga bien.

—Yaaaa, seguro —Le doy un manotazo en su brazo—. Si vo igual le dabai. Recibía todos los mensajes de tu cuenta y uff... no pensé que fuerai tan sutra.

—Oh, weona. Ya vai a ver —La Kio webea a punto de reírse.

—Oigan cabres —El Nico aparece enfrente de nosotros, con un portaminas en la mano—. ¿Tienen mina cero cinco?

—Mmm, cero cinco —La Cristi susurra riéndose—. Como que olí la mota.

—Yapo, hablo en serio —El Nico insiste—. ¿Tienen o no?

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora