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Valentina

—¿Me vai a contar por qué me pediste que viniera? —Le digo, después de toser como loca por lo fino que taba el pito—. Porque fíjate que muy bien la estaba pasando ahí dentro.

Él atina en ignorarme y dejarme con la duda.

—Erís tan peculiar, hermano. —Me termino rindiendo y finalmente también me sitúo al lado de él, apoyando mi espalda en la pared.

La pared estaba húmeda por el frío y la poca niebla que estaba apareciendo, así que definitivamente debo asumir que fue un cagazo haber venido sin alguna chaquetita.

Si estuviese el Seba me pasaría su polerón, pero pa qué me imagino weás si tampoco se lo hubiese aceptado. Mi orgullo es más grande.

Y sé que este aweonao del Damián no me va a pasar su polerón aunque le ruegue.

—¿Y el Nico besa bien?

Shock.

Lo único que estaba esperando es que dijera algo y lo primero que me dice es esa pregunta.

—¿Pa' qué preguntai? —Lo webeo—. ¿Te interesa tu amigo acaso?

—Creo que está de más decir que soy hetero. —Se gira ligeramente hasta conectar sus ojos con los míos.

Ese movimiento que hizo me originó una curiosidad inmensa. El hecho de que me esté mirando ahora después de dejarme en claro su orientación sexual hace que piense en muchas cosas.

—¿Te intereso yo? —Logro pronunciar casi riéndome.

—Si realmente me interesaras, Valentina, ya te hubiese comido hasta las partes que crees que no se pueden comer. Obvio, antes de pololear con mi mina.

—Ah —¿Me está diciendo que no soy un buen partido?—. Entonces qué andai preguntando weás.

Él deja de contestar y deja de mirarme.

Su expresión se ablanda y recuerdo lo que me copuchenteó el Nico.

Claro, esa pregunta está de la mano con la antigua relación entre el Nico y la Ingrid.

Él mira fijamente el suelo. Su mandíbula se tensa y se deja de tensar intermitentemente. Su ceño deja de estar fruncido y noto cómo sus ojos se decaen muy lentamente.

Brígido ver a un mino tan frío siendo destrozado por el pasado de una mina. Y que ese "pasado" sea el mejor amigo del Damián.

—Oye —Le acaricio el rostro con la raíz de mi dedo índice y corazón, a lo que él arruga su nariz sin cachar por qué hice ese gesto. Aun así, no me detengo inmediatamente y agrego—. No, Damián. No besa bien.

Bajo mi brazo y dejo de acariciarlo, pero inconscientemente le regalo una tenue sonrisa proveniente de mí.

Él se muerde el labio con duda. Me mira la cara y después vuelve a mirar la tierra del suelo.

Se nota que no lo está pasando bien del todo.

—Es por tu polola, ¿Cierto? —Damián me contesta con un suspiro—. ¿Vai a estar con penita en todo el carrete?

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora