q u i n c e

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D a m i á n

Ya era viernes. Estos tres días pasaron volando. Finalmente era diez de octubre. Con la Monse, por tradición, fuimos al cementerio que queda afueras de la ciudad, al lado del parque de los recuerdos. En micro nos tardábamos unos cuarenta y cinco minutos en llegar, y la Monse estaba escuchando música en el lado de la ventana y yo en la orilla.

Finalmente llegamos, y con un cúmulo de gente nos bajamos de la micro en mitad de la autopista.

—Dos años y nueve meses ya. —La Monse suelta el suspiro que estuvo reteniendo todo el viaje.

Ponle más color, pienso pero no le digo.

Nos adentramos al cementerio, había una que otra persona visitando a sus difuntos conocidos. Nosotros fuimos de cabeza al inicio del parque del recuerdo, donde en primera fila estaba la sepultura del Nacho.

Ignacio San Martín Rivera.
06.09.1992 - 10.01.2017
Por ser alguien que batalló contra su mente, por ser un hijo fuerte y un hermano escudero.

Por más que lo niegue, cada vez que veo la sepultura de mi hermano siento púas en mi pecho. La piel se me pone de gallina y se me dificulta quitar la mirada de su nombre escrito.

Nuestros viejos evitan a toda costa venir pa acá. Con cuea vienen el uno de noviembre que es el día de todos lo santos, y cuando se cumple el aniversario de muerte. Así que con la Monse y amigos del Nacho venimos los diez de cada mes a arreglar las flores y regarlas.

—Saquémosle las flores marchitadas. Ten —La Monse me pasa un balde vacío—. Ve a llenar esto con agua.

Mientras acomodamos el arreglo de flores, pienso mucho en su muerte. Aún recuerdo cuando estaba cursando primero medio... de hecho, ni siquiera entraba todavía. Estábamos en Valpo con la familia del Nico, y de la nada la mamá de mi amigo se me acerca tiritando, diciéndome que teníamos que volver por urgencia. Ni el Nico ni yo sabíamos qué pasaba, hasta que llegamos al hospital regional, donde la Monse me agarró de las manos tomando el cargo de madre avisándome que el Nacho había muerto. Antes de la autopsia, habían muchas teorías: que fue un infarto, derrame cerebral, entre otras cosas; pero al momento en que el médico forense nos informó de la causa de muerte nadie lo podía creer.

La Monse, los amigos del Nacho y yo sabíamos que él consumía una variedad de drogas y que tenía la mano pa muchas cosas. Tuvo problemas con nuestros viejos y se arrendó una habitación en una casa que se ubicaba en el centro. Nunca nombró su depresión, pero todos sabían que la tenía. Pero cuando el forense dio la información que el Nacho murió de sobredosis y en presunto suicidio, a todos nos sorprendió.

Después de su funeral, lo único que me consoló es que él había tomado la decisión de suicidarse y nadie lo asesinó. Fue su solución.

Cuando terminamos de arreglar la sepultura, la miramos fijamente. Los claveles eran su flor favorita.

—¿Qué crees que nos diría el Nacho ahora que estamos haciendo lo mismo que él? —pregunto.

—En volá no nos diría nada. —respondo con amargura.

—Síp —La Monse me apoya, pero después agrega—. Nos sacaría la chucha.

Mientras caminábamos pal paradero y tomar la micro, aproveché de preguntar cosas que no tengo memoria.

—¿Marco fue al velorio o al funeral? —titubeo.

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora