cuarenta y cuatro

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Ingrid

—Tenís toa' la boca rosá. —Le digo a la Kio, quien se acababa de comprar un algodón de azúcar a las afueritas del liceo.

—Si es más rica esta weá —La Kio se echa otro pedazo de algodón a la boca mientras lo mascaba con la boca abierta con la mera intención de hacernos reír a las cabras y a mí—. Ñam, ñam. Pura ennnnvidia porque ustedes se gastaron la plata comprando puchos sueltos en la mañana.

—Cállate un rato, asquerosa —La Cristi echa la talla.

—Oigan, ¿Vamos a ir al Santa Isabel o al Unimarc que está por aquí cerca? —La Cami que estaba más adelante de nosotras comienza a hablar, cambiando el tema.

—¿Y pa' qué vamos a ir? —pregunta la Kio.

—Pa' ver el copete po. Se supone que la hermana del Damián nos va a comprar la weá, como ella es mayor de edad... —explica la Cami—. Sólo tenemos que pasarle las moneas antes del viernes. 

—Weón, la hermana del Damián es entera tela. —La Cristi se aproxima a la Cami.

La Cami y la Cristi iban delante que nosotras dos, la Kio y yo, pero seguíamos siendo un grupo. Sólo que cada una tenía su yunta fichá.

—... Tú la conocís mejor que nosotras si pu —La Cristi sigue hablando, dirigiéndose a mí—. La cuñadita. 

Escuchar el nombre del Damián me producía un revoltijo en la wata. Sobretodo porque hoy en la Juna nos sirvieron fideos con salsa y tenía todo el sabor en la boca aún. 

—Oye, si... —La Cami atina—. ¿Ustedes se llevan bien? ¿Cómo te llevai con tus suegros? ¿El Damián te ha invitado a comer con ellos?

Las miro con decepción arrugando la nariz, y luego ladeando la cabeza. Ellas se miran entre todas sabiendo que la han cagado con preguntar. 

El Damián y yo seguimos bien. Eso creo yo. Obviamente ya me estoy acostumbrando a que él sea tan reservado con sus weás. Ni siquiera sé por qué "omite información" como me dijo él la última vez sobre los secretos. Pero tampoco puedo seguirle exigiendo pasivamente que cambie. Lo conocí así. Tal y como él es conmigo ahora, ha sido siempre. Y de esta manera me enamoré de él, sabiendo que el defecto más grande y difícil de controlar para mí que él tiene es su forma de reservarse sus cosas. 

Debo agradecer, en too caso, que soy la persona que más sabe de su vida. O eso creo.

—¿Cómo? ¿Te llevai mal con sus viejos y su hermana? —pregunta la Kio, desconcertada.

Llegamos a la esquina de la avenida por la que estábamos caminando, viendo de lejos el Santa que estaba en toda la cuadra.

—No. O sea... —Cruzamos la calle después que los semáforos nos dio verde y seguí hablando—. Me llevo bien con su mamá, su viejo y su hermana. Pero no es nada especial. Me tratan como siempre. Ni siquiera sé si el Dami le dijo a sus papás que él y yo ya somos algo oficial... pero la Monse sí sabe. Ella es simpática.

La Cristi, que es la más sabia del grupo, chasquea la lengua restándole importancia a esto.

—¿Sabí qué? No lo pesquís... Total él se está perdiendo a la media mina. —Cristina expresa, cambiando su semblante a uno muy muy serio, como si hasta ella estuviera picá—. Qué se creen estos weones. No saben presumir a las pololas nunca.

—No hay na que esperar de esos weones sí po —La Cami le sigue el juego a la Cristina—. Son nuestros amigos y too' lo que querai, pero ninguno sabe valorar a las minas cuando las tienen. 

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora