veinti9

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Valentina

—¿Y qué harás con el Seba entonces? —mi psicóloga me pregunta, bastante interesá en el tema, na que decir.

—No sé, la pulenta que no cacho qué haré. Onda, sí, puedo estar con él, pero por más que me obligue a sentir algún bicho en mi guata por él no puedo. No me nace. Siento que estaría terrible incómoda y de verdad que no aguantaría ni una semana en una relación. —Me explayo lo suficientemente bien hasta el punto en que escuché a la señora Rosita riéndose.

—¿No será que tienes miedo de perder a tu ganado? —Abro los ojos como hallullas cuando me doy cuenta lo actualizá que está con las palabras que usan los jóvenes de hoy en día—. ¿Ganado se le dice cuando tienes muchos pretendientes?

—Sí, ganado. Pero yo no tengo ganado. —Me río un poco nerviosita, aunque lo que estoy diciendo es plenamente verdad.

—Sóplame este ojo —La señora Rosita se ríe aún más, pero después se calma y me comienza a examinar con la mirada.

Nunca he ido a un psicólogo formalmente, esta es mi primera vez. Es decir, antes iba al psicólogo de mi antiguo liceo, pero cuando me cambié dejé de tener ayuda psicológica. En volá nunca pensé necesitarlo, iba solo porque me encantaba batir la lengua con alguien que no fuera mi edad. Pero ahora que tengo citas formales para ir al centro psicológico en que estoy ahora me siento bastante expuesta, pero al mismo tiempo en confianza. Cada vez que la señora Rosita me observa siento que me lee la mente... como si tuviera el tercer ojo abierto. Así que sí, ahora siento que me está leyendo los pensamientos.

—Sabes qué, Valentinita —Rosita abre la boca de nuevo y se remueve en su silla roja de cuero falso y un poquito roto—. ¿No será que tú tienes miedo de pololear por todo lo que te pasó cuando chica? 

—¿Por qué sería eso?

—Porque a la edad que tienes pololear también significa experimentar y descubrir cuerpos —Lo dice de lo más normal—. Significa tener se-xo.

—No creo que sea eso. O sea, lo que me pasó cuando chica no es como tan heavy para que me detenga de experimentar y tirar. 

—¿Segura? —Asiento con la cabeza—. Entonces... si no fue tan heavy, ¿Por qué abriste una denuncia?

Uy, la Rosa siempre tiene alguna pregunta capciosa pa' cagar mis argumentos.

—Piensa eso y ojalá que a la próxima sesión puedas tener una mejor teoría de por qué no quieres pololear. Si por lo que me hai dicho, el Seba tiene la combi completa. 

La señora Rosita se pone de pie con su tablita en la mano y yo imito su acción.

—Ya, pídele a la Pauli la horita que más te acomode. Yo ahora iré a buscar a mi hijo del jardín porque está de cumpleaños y lo llevaré al Doggis —Se despide de mi de besito en la mejilla y me abre la puerta.

—Ya, lo haré. Cuídeseee.

Mi mamá se me había adelantado. Ella ya estaba pidiendo la próxima horita pa la sesión con la señora Rosita.

—¿Cómo estuvo? —Mi vieja pregunta, con una sonrisita.

—Pulento. 

Después de que la señorita Pauli nos haya dado el papelito con la hora, nos despedimos de ella y nos vamos a comer algo al centro.

Como no iré a clases hoy, estoy con ropa de color terrible piola fumándome un puchito con mi mami enfrente del Pedro, Juan & Diego esperando nuestro pedido. Veo la hora y me doy cuenta lo mucho que duró la sesión con la señora Rosita. Son casi las dos y media y nosotras salimos de la casa a las once. Chale.

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora