Ingrid
—¿El after será en tu casa? —me dirijo a la Cristi, mientras intento colocarme la argolla en mi oreja izquierda.
—After no, pero pueden quedarse allí si quieren. —La Cristi explica, mirándose en el largo espejo del tocador de la Kio y sonriendo muy forzadamente.
—Te ves bien, oh. —Le digo, subiéndole el autoestima.
La Cristi estaba vestida con unos shorts blancos y unas mallas de red del mismo color, con un top de pabilo con color rojo. Tenía iluminador en sus lagrimales y debajo de la ceja, y su pelito corto estaba bien liso. Es media rubiecita y bajita, pero con el cuerpazo.
Yo estaba con unos jeans sueltos con pata elefante, unas zapatillas blancas con plataforma, una polera de líneas de colores y con el pelo igual que siempre. No me quise arreglar tanto, sólo quiero ir cómoda pa mover el potín con más facilidad.
—¿Ustedes creen que hayan minos lindos? —La Cami pregunta, sentada en la cama y mostrándose curiosa.
Ella estaba vestida con un vestido rojo muy ajustado y revelador, con unas zapatillas bajas y con el pelo alisado al igual que la Cristi.
—Obvio po' —La Cristi la mira con burla—. Siempre hay minos ricos.
La Kio no es mucho de pelarse. Antes sí lo era, y caleta. Pero después se comenzó a preocuparse del nem y weás y dejó de lado la putería.
Al parecer yo soy la única en todo el grupo que está con un mino, y es el Damián. Aunque casi nadie me pregunta sobre eso. Es decir, obvio que cuando las weás están tensas y las cabras lo notan me curiosean pa saber si estoy bien y si es que pasó algo penca entre él y yo. Claramente no les digo nada, porque nada pasa... Sería weón dar explicaciones por nada.
—¿Creen que la Vale vaya? —La Kio pregunta, colocándose pinches en el pelito.
—Ojalá —digo yo—. Me cae la raja.
Aparte vi cómo el Nico le ponía ojitos, en volá hasta se comen esta noche.
—Nos iremos en Uber, ¿Verdad? ¿O nos va a llevar tu papá? —pregunta la Cristi a la Kio.
—En Uber, weona. Si mi viejo ni me dio permiso pa' esta weá, mi mamá me dejó ir no más.
—Bucha —La Cristi se sienta al lado de la Cami—. Su cuchita entonces.
Nos salió tres mil quinientos la ida pa allá, así que todas pusimos lo que pudimos. A mí no me tembló la pera al colocar casi la mitad de la plata, ya que yo era la única que no iba a tomar. La Cristi y la Cami se iban a desatar, de esa weá estoy segurísima, pero la Kio y yo éramos más piolas en ese sentido. A la Kio no le gusta tomar tanto y yo no le encuentro la necesidad.
Como acordamos con los cabros, nos juntaremos en la entrada del lugar. Ya eran prácticamente las once de la noche y la fiesta justo acababa de empezar. La música que se escuchaba brígido, pero estaban poniendo su techno piola. Como es de costumbre, toa la people llegaba terrible tarde a estas weás, entonces cuando ya llegaba la multitud comienzan a colocar perreo intenso.
—¿Ven a los chiquillos? —La Kio pregunta y yo ladeo la cabeza.
—No me responden los cabros. —dice la Cami, mirando su celu.
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volao culiao
Ficção AdolescenteDe cómo la Vale le ayuda a vender mota al Damián, un weón drogo con polola.