s i e t e

4K 270 50
                                    

D a m i á n

La Monse me pudo cubrir con mis viejos: les dijo que tenía que hacer un trabajo a la conchetumare y ya no hay locomoción. Me pasé toda la tarde en la casa del Kevin, ya que la Ingrid no podía pues, como es sábado, su mamá estaba en la casa. Sin embargo, nos pusimos de acuerdo desde muy temprano con los cabros pa llegar al mismo tiempo al condominio Mackenna, donde se supone que es el vacile.

El Kevin le dijo a su vieja que un pana estaba de cumple, así que se iba a alojar en otro lao, y como la vieja del Kevin no es sapa, mi mamá no se enteró de na.

Eran las ocho y media, y la locomoción estaba vaga, pero aun así pasó una micro que nos acercaba al condominio del barrio inglés. El Kevin estaba con su típica chaqueta de cuero, una camiseta roja y unos pantalones negros aparte de sus botas; yo, por otro lao, sólo me puse un cortavientos azul marino, un banano negro, y un buzo con puño con unas zapatillas Vans con cuadros. Mi hermana, la Monse, me eligió la ropa, aunque la pulenta no estoy moti pa la weá.

—¿Te vai a comer a más minas en este carrete o no? —El Kevin pregunta.

—No puedo. Estoy en algo.

Y sí. Sé que ese algo no significa nada; nos gustamos, nos comemos, pero no somos aún nada oficial.

—Igual de pana —Kevin se expresa, respetando mi opinión—. Te pregunto porque vo cachai que las cuicas tienen cuerpo de gringa. Son de otro plano astral en volá; ni una se compara a las minas de nuestro liceo.

—Mm, no sé. No soy de fijarme mucho en el físico.

En volá, lo estoy diciendo en serio. Obviamente he tenido la mera suerte de comerme con las minas más ricas del liceo, pero es de pura cuea. Puedo estar alrededor de puras minas ricas e incluso semidesnudas, pero ni una me calentará sólo por el físico.

—Yo me comería a alguna mina... pero soy guatón.

Me río.

Nunca he sabido si el Kevin lo dice en buena onda y sin lástima, o si de verdad le duele decir que es guatón. Aun así, el gil siempre se ríe y no se siente ofendido.

—¿Te vai a rajar con mota?

—No puedo, bro —le respondo—. Tengo que venderla sí o sí.

El Kevin saca cinco lucas de su bolsillo y me las entrega.

—Ten. Quiero 0,5. —Me avisa y yo sonrío un poco más relajao.

Careraja y estando en la cromi, le paso una bolsita de cero cinco.

Nos bajamos, y apenas tocamos calle escuchamos terrible fuerte la música del carrete.

—¿Están poniendo techno? —pregunto.

—Sí po, weón. Qué esperai si son zorrones. —Rodea brutamente su brazo en mi cuello y cruzamos la calle pa entrar al gran condominio.

Eran las meas casas y aparte tenían su propia zapla dentro del condo.

—¡Wena po, cabros! —El Benja apareció.

Culiao sociable sí. Apenas llegó se hizo amigo de todos los weones del carrete.

—Wena po. ¿Y las cabras? —cuestiona el Kevin, sacándome la pregunta de la mente.

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora