v e i n t i o n e

3.5K 253 46
                                        

Damián

Caminando a velocidad luz hacia la Laguna de los Patos; la música de Nfx está haciendo que me olvide un poco de mis volás con el Marco y la money, así que me quedo en mi nota no más.

La Monse me pasó la plata ayer por la noche que ella se había hecho, ya que hoy no podía apañarme a pasarle la plata al Marco porque tiene que hacer una tesis de no sé qué weá para la u.

Empiezo a adentrarme hacia la laguna caminando por el puente y me fijo en quién está: puros weones volándose, tomando chela e incluso algunos jalando. Estaban sentados bajo algunos árboles o al lado de algunos arbustos. Unos pocos estaban sentados en las bancas circulares que hay en algunas miniplazas. Todos los que estaban cerca de la laguna tenían la misma onda... Las minas bien hippientas, la mayoría con mechas de pelo decoloradas y otras con el pelo bien largo, usando cortavientos y calzas, u otras más alegres y piolas con bombachas y poleras holgadas; los minos estaban ocupando —también en su mayoría— cortavientos y buzos con puño, igual que mi volá, algunos con tajos en la ceja y otros con piercings en la ceja o el típico septum. Lo único en común de cada grupo que estaba sentado en este lugar es que absolutamente todos estaban cagándose de la risa.

Me meto por un atajo que hay entre una torre y pastizales, hasta que logro distinguir la laguna, y alguien en su orilla... el Marco. Estaba fumándose un pucho tranquilo, esperándome. Una polera azul marina bastante ancha y cortada en la parte del cuello, un collar de un sol grande, unos pantalones negros y unas zapatillas maoma sucias.

—Te tardaste un pico. —El Marco bota el cigarro y lo pisotea, para luego darse la vuelta y mirarme—. Espero que el tiempo haya valido la pena siquiera.

—Ten. —Saco la plata de mi billetera y se la extiendo, a lo que él la mira sin siquiera inmutarse—. ¿Lo vai a agarrar o no?

—Primero fumémonos un puchito —me dice, sonriendo ladeado—. Hagamos una excepción esta vez y que nuestra relación pase más allá de sólo pega.

—No fumo —me niego—, y me tengo que virar rápido.

Él saca dos cigarros de su cajetilla y me observa de nuevo.

—¿Seguro? —Me extiende el pucho y me doy cuenta que negarle esta fumá podría empeorar la situación, así que, de malagana, accedo a fumar el cigarro—. Así me gusta, Damián. Así me gusta.

El weón se acerca a la orilla y se acomoda hasta sentarse, a lo que yo lo imito. Me pasa un encendedor para prender mi pucho y lo hago. El fuerte y nauseabundo humo se mete en mi garganta, y como no estoy acostumbrado a fumar estas weás siento que todo se tambalea de un lado a otro, volviéndose todo absolutamente pajero.

—Necesito que me hagai un favor. —Marco le da una calada a su cigarro después de decir eso.

—¿Qué cosa?

—Te lo pido como amigo —Usa su tono de voz weón que da miedo quien lo oiga y agrega—, necesito que vendas esto.

Saca un cartoncito de su billetera con una carita feliz.

Mierda.

—¿Es lsd?

—Ojalá —Se ríe y alarga más su brazo hacia mí—. Es tripa.

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora