o n c e

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D a m i á n

Llegué el lunes por la mañana a clases, y, como ya lo tenía premeditado, todos los culiaos de cuarto medio me quedaron mirando con las perras ganas de sacarme la chucha porque me metí con su macho alfa: el Joaco. Puta que fue mala cuea pillarme a ese gil en el carrete de la Undurraga, pero al menos sacié mis ganas de sacarle la mierda.

Pensando en que sólo los de cuarto medio me observarían con tal rencor, la teoría la descarté por completo cuando pasé por el pasillo de segundo medio donde todos me miraron también... hasta que llegué a mi sala ignorando a todos.

El labio no me dolía, pero de repente me latía. Mi hermana intentó ocultarlo con labial ayer pa que mis viejos no sospecharán, y sí sirvió. Pasó piola.

—¡Damián! —Un grito me saca del ensimismamiento y no me alcanzo a girar cuando siento el abrazo de la Ingrid—. ¿Estás bien? ¿Por qué no me respondiste los mensajes?

Ayer la Ingrid me bombardeó de mensajes y de llamadas, pero no quise contestarle. De hecho, no le contesté a nadie, sólo a la Valentina que tenía la mercancía.

—No te lo tomes personal. —digo, le agarro sus bracitos y hago que me suelte.

Dejo la mochila en la fila del centro, justo donde se sienta a un lado el Kevin y a otro lado el Benja, y enfrente el Nico. La Ingrid me sigue.

—¿No te sentarás conmigo? —cuestiona.

—No.

No estoy enojado con ella, pero siento que este día no es un día pa actuar de lo más normal. Si el director se entera de que golpeé al Joaco, me levantará más sospechas, y puta qué rabia no haber pensado eso cuando me lancé a sacarle la chucha el sábado.

—¿Estás enojado? —la Ingrid choca conmigo de nuevo.

—No.

Me siento en la silla.

—¿... Te irás conmigo hoy? —tartamudea.

—No.

Se notó que la Ingrid se molestó por mi indiferencia, así que me quedó mirando durante dos segundos sin decir ni una palabra y se va rápido de la sala, dando un portazo.

Las clases pasaron piolas, y por primera vez después de mucho tiempo pasé todo el día con mis panas y no con las amigas de la Ingrid. El Nico, mi mejor amigo, se alegró caleta de que pasáramos tiempo juntos. El weón es más o menos brusco, es peladísimo y se ha comido a todas o la mayoría de las minas del liceo, pero la ha hecho piola, nadie cacha.

—Me enorgulleces, Dami —El Nico me dice—. Gracias por sacarle la chucha al Joaco, se lo merecía.

Me sorprende la fidelidad del Nico. Yo lo ayudé a jotearse a la Ingrid, hasta que estuvieron juntos. Como ambos son pelaos, la weá no funcionó; pero, aun así, al Nico le da lo mismo que ahora yo esté con ella. Aunque es un pelao de mierda, él no cree en esos códigos de amistad porque "lo encuentra para weones".

El Joaco no vino a clases, así que me relajé un poco.

El día pasó rápido; igual mi mente estaba en otra así que con justa razón pasó rápido la weá. Ahora tenía que ir de caeza a buscar las bolsitas de mota al liceo de la Valentina: el liceo Friedman. Ese liceo fue fundado por las colonias alemanas después del gobierno de Pinto, mis viejos querían meterme ahí pero, en ese entonces, no teníamos buena estabilidad económica.

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora