Valentina
—Fue bacán hablar contigo. —Le digo, y me pongo un mechón de pelo detrás de la oreja, dedicándole una sonrisa full buena onda.
—Sí po'. Lo fue —En sus labios aparece una curva bien bonita, y muy particular. Creo que, a diferencia de todas las veces anteriores que lo vi sonriendo, esta ha sido la sonrisa más sincera yo cacho—. ¿Te irás en micro o...?
—¿Qué? —Me exalto—. No, pa' na'. Mi viejo debe estar saliendo de su pega yo cacho, así que le pediré que me venga a buscar en la esquina de Falabella.
—Yiaaa —Él se ríe con los dientes juntos.
—¿De qué te reís? —lo encaro.
Sin embargo, me cohíbo cuando me doy cuenta que él —sin pensarlo, yo cacho— extendió su mano y, echándose pa atrás, me acaricia la mejilla.
Estoy muy segura que el weón hizo este gesto inconscientemente y por impulso. Pues lo noté ya que cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo pegó un saltito, pero no se detuvo. Lo siguió haciendo más lentamente y puso una carita seria.
De tener un rostro de pocos amigos ahora parecía el chiquillo más adorable y tierno del mundo. No sé si será porque no estoy acostumbrada a que él sea muy preocupado o expresivo, pero su nanai en mi cachetito me hizo sentir terrible rara. No siento esto cuando el Seba me acaricia... en volá es porque siempre me da cariñitos y weás así. No estoy acostumbrada a que otro mino que no sea él sea medio tierno conmigo.
Su pelo estaba desordenaito, ni siquiera se preocupó de arreglarse sus mechas revueltas después de sacarse la gorra. Tenía los ojos tan chinitos mientras sonreía que con cuea pude ver sus brillitos.
—¿Seguimos siendo desconocidos? —le pregunto, pa que el silencio no se vuelva incómodo.
—Sí po'. Qué esperai —Deja de acariciarme pero sigue teniendo su talante piola—. Erís una mina bien pipirisnai.
—¿Y qué chucha significa eso?
—Cuiquita po. Qué má —Apenas escuchamos que la micro venía llegando al paradero nos asomamos más a la orilla de la vereda—. Avísame que llegaste bien.
En vez de cómo se despidió el otro día en mi casa, me implanta un besito en la mejilla y se sube a la micro.
Mi papá no me pescó las llamadas, así que preferí pedir un Uber antes de perder más el tiempo en el sucio paradero. Aparte estaba oscureciéndose y como estoy al lado de la Laguna de los Patos cualquier weón con malas intenciones se podía aprovechar de mí... sobretodo ahora, que estoy vestida con mi uniforme del liceo.
Llegué a mi casa en menos de veinte minutos y pude distinguir que la camioneta ya estaba estacionada en mi casa. Le pago al chófer y me adentro allá, sin antes escuchar el grito de la Cata desde la ventana de su casa.
—¡Valentina! —Me grita, haciéndome señas escandalosas—. ¡Ven!
—¡Ay, baja tú weona! —Le grito de vuelta—. No quiero seguir caminando.
—¡Quédate ahí, chuchetumare! No te moai. —La Cata cierra la ventana de su pieza de golpe y baja rápidamente hasta salir.
Mientras ella cerraba la puerta de su casa, yo caminé bien lentamente a los columpios que estaban en el parque dentro del Condominio. Dejé mi mochila en la arenilla al mismo tiempo en que con mis piecitos impulsaba el columpio hacia atrás y hacia adelante.
La Cata vino corriendo hacia mí, y fuertemente se tiró al columpio que estaba al lado del mío.
—Me pillé con el Seba.
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volao culiao
Novela JuvenilDe cómo la Vale le ayuda a vender mota al Damián, un weón drogo con polola.