t r e i n t a y dos

3.1K 276 81
                                    

Damián

—Sí, dale. Sorry. Es que pensé que todo esto era pa' pasarte la plata y pa' que tú me pasarai más mota. No pensé que queríai hablar conmigo después de lo que pasó en mi casa. —La Vale dice, con total normalidad, pero en su mirada inmediatamente se notó que lo último fue muy incómodo.

La verdad no pensé que alguien como la Undurraga fuera capaz de sacar esa weá en cara; de hecho, en volá incluso pensé que no se acordaba. Sus ojos ese día estaban muy rojos y buta, igual fui ingenuo al pensar que la cabra no se iba a dar cuenta el momento de tensión que tuvimos ahí.

Fue mala mía, sí. Ahora lo complicado que va a ser explicarle el por qué intenté poco menos "calentarla"... qué paja. Pero sé que la loquita tiene onda con ese weón que subió a su historia, el carezorrón, o al menos así se notaba mucho en sus historias. Aparte, con cuea nos conocemos. Me estoy haciendo el medio lío en la cabeza preocupándome de cómo le daré la explicación, cuando en verdad ni siquiera está en posición pa' exigírmela.

Pensando esa weá, me acabo de dar cuenta que no le diré ni una weá respecto a ese tema. Será una pérdida de tiempo y no pasó nada de otro mundo. Sólo éramos ella y yo volaos, siendo coquetos piola. Fue la weá.

—Pero si en tu casa no pasó niuna weá —comento, y su ceño se frunce—. ¿O sí?

Agregar lo último fue la cereza del pastel. Buta que me dio risa ver su cara de confusión, así que no puedo evitar reírme.

—Te estoy webeando, zorroncita. Según yo no pasó na', y de tu lado supongo que también lo veís así.

—Sí po'. Aparte que tenís polola... sé que no fue nada. —Tarda en reaccionar, pero después de decir eso se adelanta y me sigue el paso—. Entonces... ¿Pa' onde vamos?

La llevé donde me senté con la Monse hace como un mes a fumar un puchito. Por suerte, no había nadie. Así que fue terrible piola y no tenía de qué preocuparme.

Boté mi mochila y me senté al lado de ésta. Me saqué la gorra y me revolví el pelo ya que lo sentía terrible aplastao'. Miro hacia la derecha y noto que la Vale no sabe qué hacer.

—¿La pulenta querís que te diga que te tenís que sentar? —La observo, con gracia—. ¿O preferís estar pará?

—Cuando estái volao' erís terrible raro, weón —Se limita a decir e imita todo lo que yo hice. Deja su mochila a un costado y entre tanto saca la plata para extendérmela—. Ten. Aquí está tu ganancia.

El sol está a contraluz de ella, así que su pelo se veía mucho más brillante. Tenía mechitas mucho más claras que otras y su pelo estaba revuelto porque el viento lo movía. Aun así, con el sol detrás a sus espaldas y con su rostro poco notorio, podía divisar perfectamente sus pecas y su nariz respingada.

Darme el tiempo de examinar los detalles a la perfección de su talante me sorprendió caleta, ni con la Ingrid fue de esa manera. Igual son volás distintas... con la Ingrid me fui fijando con el tiempo de las weás que la hacían ser tan pero tan bonita. Y con la Vale es por momentos.

Estoy volao como pico, por eso pienso tantas cabezas de pescao'.

—¿Hay algún motivo específico del por qué me estás ayudando, Valentina? —Cojo la moneke, pero no la guardo altoke.

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora