n u e v e

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V a l e n t i n a

Con las botas en mi mano, llego a la casa sin antes putearme al vecino reculiao weón que llamó a los pacos. Cierro la puerta, exhausta. Dejo las botas a un lado del florero y me detengo a mirar la cagada que quedó en mi casita. Al fin y al cabo la Cata tenía razón, de nada servía arreglar todo si iba a terminar como las weas igual.

Veo la hora: dos y media am. El carrete más corto en el que he estado. Desilusionada y sin intenciones de ir a sapear lo que estaban haciendo el Mauri y la Cata, voy a la cocina. Vasos rojos y botellas de copete llenas y vacías... Todas pa mí, supongo. Sin embargo, la figura masculina del Seba me sorprende. Ahí estaba él, limpiando todo todín todito con la escoba y con un pedazo de pizza en la mano.

—Pensé que te habías ido... —expresé, sorprendida pero al mismo tiempo muy relajá por su incondicional apañe.

—Cómo me iría, tontorrona —Me mira y sonríe divertido.

—¿De dónde sacaste pizza?

—La pedí por Rappi y llegó como veinte segundos antes de que tú llegarás. La cajita está ahí. —Me indica una mesita que está al lado del lavaplatos.

—Oh, ceteeme. Te pasaste. —Me encaramo encima del mueble y saco un pedacito de pizza.

Apenas la mordisqueé, noté el distintivo saborcito del champiñón. Me pegué la cacha altoke de que el Seba pidió mi pizza favorita, y lo sé perfectamente porque él odia los champiñones pero aun así pidió una completa con eso.

—Gracias... —murmuro, cansada y tímida.

—No hay de qué. —Me guiña el ojo y deja la escoba a un lado—. La verdad estoy muy cansado, en volá vengo mañana temprano pa ayudarte a ordenar... ¿Te tinca?

Sé que no está mintiendo. Él es capaz de levantarse a las cinco de la mañana sólo pa verme, pero tampoco quiero que se pegue el pique a estas horas de la noche pa su casa.

—Quédate mejor —prefiero con total confianza y él levanta sus cejas—. ¿Qué? ¿Ahora me lo vai a negar?

—No, pero...

—Entonces sh porque si no la oferta se cancelará. —Lo webeo y dejo la rebanada de pizza encima de la caja.

Voy al living dispuesta a limpiar los cristales rotos de la botella Absolute de vodka, pero lo único que veo es minibolsitas de mota. ¿En qué momento se cayó la weá del banano?

—Pensé que alguien lo vendría a buscar así que lo dejé ahí... botado. —El Seba aparece a mis espaldas— ¿Sabes de quién es?

—Sí. Pero es secreto. —Le aseguro y recojo las cuatro bolsitas con marimota.

—Ah... —Se apoya en el borde de la pared—. ¿Y dónde duermo?

—¿Querís dormir? ¿Me tai webeando? —cuestiono, riéndome suaecito—. Tenemos caleta de copete. No lo pienso desperdiciar.

—Así me gustai... —dice sin vergüenza y yo pongo los ojos en blanco, y sólo se ríe.

Agarro vodka negro y una cajita de vino pa después dirigirme a la escalera y subir.

volao culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora