Julio de 2007
Afuera estaba cayendo el más terrible chaparrón que se hubiese visto durante todo el verano. Pero bajo la entrada del café, Hermione lucía más preocupada de lo que Draco nunca antes la había visto.
—¿Qué diablos te pasa?
Pero ella no le prestó atención, simplemente siguió buscando más y más en su bolsa mágicamente expandida.
—¡Oh no, no, no, no hay forma de que no tenga una!
La gente seguía moviéndose alrededor de ellos, al salir o entrar al café, mientras Hermione seguía buscando frenéticamente en su bolso y Draco resoplaba de impaciencia.
—¡Oh, no puedo creer esto, olvidé un paraguas!
Draco sonrió.
—¿Quieres decir que en toda la casa, la biblioteca y la oficina que tienes metidos allí, olvidaste algo tan simple como un paraguas? Mala suerte, se ve bastante desagradable ahí fuera.
—Callate. —abandonó su búsqueda y luego miró temerosa hacia la tormenta y luego con esperanza hacia él.
Su sonrisa solo se profundizó.
—De ninguna manera, Granger.
De hecho, ella dio un pisotón con su pequeño pie. Como una niña.
—¡Vamos Malfoy! ¡Dame tu paraguas! ¡Tengo que presentar mi traducción de runas al enlace de la Gente del Mar tan pronto como me entre a trabajar!
—¡Ni hablar! No es mi culpa que estés tan mal preparada para los sucesos de esta mañana.
—¡Qué caballero eres! ¿No recibiste lecciones de etiqueta durante tu mimada niñez aristocrática?
—Dos veces por semana. Pero eso no cambia el hecho de que yo también necesito mi paraguas porque, como ya te dije, tengo una reunión muy importante con los representantes del Ministerio y los altos mandos de mi compañía esta mañana. Una reunión a la que me vas a hacer llegar tarde; así que suerte, Granger.
Draco abrió su propio paraguas y salió a grandes zancadas a la lluvia torrencial, mordiéndose el interior de la mejilla para no reírse. La pequeña señorita sabelododo estaba en un gran lío: había demasiados muggles alrededor para transfigurar, conjurar un paraguas o duplicar el de Draco.
Dándose la vuelta para ver el espectáculo, esperó bajo la sequedad y la comodidad de su paraguas negro. Hermione abrió la puerta con cautela, dio paso a una pareja que entró corriendo y luego se quedó congelada bajo el toldo. Era su última defensa contra el aguacero inminente, y vio cómo su rostro pasaba del miedo a la resignación sombría. Comenzó a desabotonarse la chaqueta de su traje gris y Draco se dio cuenta con creciente horror de que tenía la intención de usar su pequeña chaqueta delgada para cubrir su cabello, lo que significaba que su blusa blanca debajo estaría completamente expuesta a la lluvia y en segundos, lo más probable es que se volviera absolutamente transparente. Era una decisión muy desesperada.
Maldiciendo su repentino llamado a la caballerosidad y atribuyéndolo a que no quería llegar tarde, se acercó a ella.
—¡Oh, no seas tan ridícula Granger, ven aquí!
Tiró de ella hacia adelante por su antebrazo y la inmovilizó a su lado, bajo la seguridad de su paraguas. Ella soltó un pequeño grito y tuvo que sujetar su cuerpo y recuperar el equilibrio pasando un brazo alrededor de la cintura y el otro detrás de la espalda de Draco.
Ninguno de los dos dijo una palabra mientras prácticamente los hacía marchar juntos por la calle. Draco se concentró en contar sus respiraciones, pero también en no respirar demasiado, y ¿siempre tenía que concentrarse tanto en solo respirar? Tengo el control de esto.
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Remain Nameless (Traducción)
Romance¿Cómo se sentía? Se sentía como si apenas estuviera soportándolo. Ella, de entre todas las personas, debería alejarse de él. O gritarle. Maldecirlo. Escupirle. Sacar su varita y desaparecerlo de la faz de la tierra. Fue una culpa abrumadora y un ali...