1 de enero de 2009
Era el primer día de un nuevo año y en lugar de despertarse solo y con un poco de resaca como el año pasado, Draco tenía a Hermione envuelta a su alrededor mientras Crookshanks le aplastaba las espinillas. Draco le dio a sus extremidades inferiores una sacudida irritada, desalojando a la obstinada criatura que había dejado sus piernas parcialmente entumecidas. La bola de pelo pelirroja le lanzó una mirada rebelde antes de saltar de la cama.
El comentario de Hermione a Pansy anoche acerca de retirarse a habitaciones privadas dentro de Lestrange Estate fue todo fanfarronería. En cambio, intercambiaron despedidas forzadas con Narcissa e inmediatamente se fueron a la casa de Hermione, donde ella cumplió su promesa de dejar que la follara con nada más que un collar forjado por duendes.
Ella podría tratar de restarle importancia, pero Draco pensó que su novia se veía muy atractiva cuando estaba desnuda y montándolo mientras estaba cubierta con joyas caras. Dicha novia se movió adormilada a su lado y luego le dio un beso en el hombro.
—Prepararé los huevos y el tocino, pero tú eres responsable de tu propio café. Creo en ti, creo que finalmente puedes dominar la cafetera—bromeó y Draco puso los ojos en blanco.
Ahora, en casa, en la cocina de Hermione, estaba más complacido de lo que pretendía admitir porque había hecho una taza de café con éxito él solo. Tomó la copia de la mañana de El Profeta y la ojeó ociosamente mientras Hermione se acercaba por detrás y deslizaba sus brazos alrededor de su torso.
—¿Estará tu madre complacida con la cobertura en las páginas de sociedad esta mañana? —inquirió y pasó junto a él para preparar su té. Draco se sentó en la isla de la cocina y ojeó las últimas secciones del periódico.
Pero una extensión de varias páginas y docenas de pulgadas de columna que detallaban los entresijos de los más infames bailes navideños de sangre pura no lo esperaban en las páginas de sociedad. No, en cambio, Draco encontró el espacio de prensa usualmente dedicado a Narcissa Malfoy y su gala, ocupado por un anuncio y la historia que lo acompañaba que hizo que su rostro esbozara una amplia e incrédula sonrisa. La burbuja de risa fuerte que estalló más allá de sus labios hizo que Hermione saltara y se volviera, espátula en mano.
—Astoria Greengrass, bruja magnífica y astuta —se rió entre dientes y le entregó el papel a una confundida Hermione.
—Oh, Dios mío... —susurró sorprendida y tuvo que tomar asiento al lado de Draco.
Una fotografía en blanco y negro de Astoria Greengrass y su flamante esposo, Dennis Creevey, les sonrió. Sus brazos estaban entrelazados mientras una pareja mayor sonreía cariñosamente en el fondo. El pie de foto del periódico los identificaba como el padre y la madrastra de Dennis.
—Se fugaron... ¡Qué maravilloso! —Hermione se entusiasmó y leyó ansiosamente los detalles.
Aparentemente, Astoria Greengrass había aparecido del brazo de Theo en la fiesta de Narcissa, ya oficialmente siendo Astoria Creevey. Se habían casado en una oficina de registro en el Londres Muggle al mediodía, con Dennis llenando el papeleo en el Ministerio de Magia minutos antes de que el Salón de Registros cerrara por el día.
Varias cosas encajaron para Draco cuando recordó sus conversaciones con Astoria y se preguntó cuánto tiempo había necesitado la bruja para ocultar su relación con un hijo de muggles. Un sentimiento de orgullo por su valentía creció dentro de él. Astoria sabía lo que esto le costaría y había seguido su propio camino a pesar de todo. Probablemente sería repudiada y habría tenido que planear su salida de su patrimonio durante meses.
—¡Deberíamos enviarles un regalo de bodas! Tengo la dirección de Dennis, asumo que ya se habrá mudado allí —dijo Hermione pensativa.
—Déjame encargarme de eso, tengo varias botellas de champán que puedo enviar para que celebren como es debido.
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Remain Nameless (Traducción)
Romance¿Cómo se sentía? Se sentía como si apenas estuviera soportándolo. Ella, de entre todas las personas, debería alejarse de él. O gritarle. Maldecirlo. Escupirle. Sacar su varita y desaparecerlo de la faz de la tierra. Fue una culpa abrumadora y un ali...