CAPÍTULO XV: DESTINO

299 42 45
                                    

Entre las historias de dolor y de ruina,
que nos llegaron de la oscuridad de aquel entonces,

hay sin embargo algunas, 

en las que en medio del llanto resplandece la alegría,

y a la sombra de la muerte hay una luz que resiste.

El Silmarillion

J.R.R. Tolkien

---🌹---

—¿Quiénes son?

Son los dos omegas que Lord Blunt mando llamar, mi Lady. — Contestó la encargada de la casa. La mujer mayor, al parecer Lady Blunt les dirigió una mirada de asco.

—Bien —Siseó entre dientes —Llévalos a su despacho. No los quiero ver acá.

—Los solicito en la estancia de Lord Ajax.

—Como sea solo sácalos de mi vista. —Ordenó disgustada la Lady de Ischyros.

La mujer le hizo señas al guardia quien lo tomo del brazo y los sacó de allí enseguida. Los dirigieron por los estrechos pasillos del castillo a uno de los aposentos principales, en la planta alta.

Era una recámara enorme, Nathan incluso podría pensar que se trataba de la pieza del propio Lord de Ischyros.

El omega jamás había estado en el castillo de Ischyros. Lord Blunt jamás permitía que el pueblo llegara siquiera a las puertas. Era un fuerte, no un castillo, para salvaguardar a los grandes señores del valle, se decía incluso que era el bastión de la fortaleza de Aurora, situado en lo alto de la colina el castillo tenía unas vistas impresionantes.

El hogar de los halcones.

—Ya saben cuál es su trabajo muchachitos. —Habló la beta que los guio. —Complacer al Lord en todo lo que les diga y recibirán muchos regalos a cambio, pero cuidado con hacerlo enfadar o se atendrán a las consecuencias. —Los amenazó antes de salir, dejándolos solos en la habitación.

El pelirrojo le dedico una mirada furtiva y bufo dedicándose a pasear por toda la habitación mirando. Nathan se quedó quieto en su lugar, asustado.

Por su olor, pudo juzgar que el otro muchacho no estaba tan asustado como él. El omega tenía ojos verdes, una bella nariz, unos labios regordetes y unas bonitas pecas que adornaban su rostro juvenil. Igualmente le costaba creer que estuviera acá por su propia voluntad.

Recordó las palabras de su madre al suplicar a su padre por él, este solo le respondió que para eso estaban los omegas y lo entregó así sin más a los guardias del castillo, cuando fueron a buscar omegas hombres al pueblo. El único detalle era que debían ser vírgenes todos.

Estaba aterrado, pero no debía permitir que su miedo inundará la habitación, había oído muy bien de las barbaridades cometidas por el Rey y sabía que nada bueno le guardaba a su llegada.

Observo la estancia no había nada o por donde huir a menos que saltase por la ventana y aprendiera a volar en el proceso.

—¿De dónde eres chico? —Levantó su vista al muchacho pelirrojo que por fin le dirigió la palabra. —No eres del castillo, debes ser uno de esos campesinos. ¿Sabes siquiera comportarte ante la realeza? Claro que no. —Se respondió el mismo y bufó —Solo mantén controlado tu maldito aroma a ciruelas lejos de mí. —Iba a continuar hablando, cuando la puerta se abrió.

Esta revelo a un hombre muy alto, de pelo negro como el carbón, con tonos grises en las patillas y con una barba recortada que le confería a su rostro, un aspecto diabólico. Se dirigió a la jarra de vino que había en la mesita al lado de la cama mientras examinaba la habitación y bebía.

AURORA (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora