❈ Capítulo 7❈

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Estaba nerviosa, después de mi descubrimiento intentaba no cruzarme con nadie en la casa, porque simplemente no sabría cómo mirarlo.
Encontré un refugio -y entretenimiento - en la gigantesca lavandería que había en el subsuelo de la mansión. Era hora de limpieza y estaba muy concentrada sentada en el suelo viendo como la lavadora giraba y giraba. Era patética.

- A menos que yo finalice el lavado, no se va a detener con que tú la fulmines con la mirada.

Una mujer apareció en mi campo de visión, tenía el pelo corto y ojos saltones que me miraban confundidos.

-¿No deberías estar arriba? - insistió.

- Quería estar sola - no contestó nada pero siguió mirando las lavadoras que hacían su trabajo - Puedo irme.

- Está bien, puedes hacer lo que quieras en cualquier parte de la casa. El señor Konstantin ya advirtió que no te molestemos, en realidad yo estoy sobrando aquí.

Me levanté de golpe cuando ví que  estaba por abandonar el lugar. Sonrió de lado.

- Soy Vera, y trabajo en diferentes zonas de la casa. Desde la cocina hasta la lavandería.

- Soy Rose - frunci los labios - aunque supongo que ya lo sabías.

-¿Algo te tiene mal, Rose?

- Me enteré de lo que trabajan los hombres que están en esta casa. Vine sin saberlo y no sé qué hacer.

Dije como si estuviese soltando un aire que tenía atorado en el centro del pecho.
Vera me miró sin expresión alguna.

-¿No lo sabías?

Mi corazón dió un vuelco, y eso me terminó confirmando que Ander había hablado sin una pizca de mentira.

- Mierda, no debí decir eso - como si se tratara de una obra de teatro guionada, las lavadoras sonaron anunciando que la ropa ya estaba - Debes irte.

- Pero...

Un cesto cayó al piso y me acerqué, sin hacer el más mínimo contacto visual con ella me acerque para ayudarla.

- No tienes por qué hacer esto - acotó con voz áspera.

- No entiendo por qué nadie me advirtió de esto antes - murmuré más para mí que para ella, aún así me oyó.

-¿Por qué crees? ¿Estarías acá si te lo hubiesen dicho?

Negué. - Pero entonces mi madre tampoco lo sabe, ella me dejó aquí con una confianza ciega hacia Philip. Mierda.

-¿Quien es tu madre?

- A-adele Onisse.

Vera soltó una risa ingenua , tomando mi respuesta como, tal vez, la última pieza de un rompecabezas que faltaba para completarlo.

- En fin Rose, debo subir esta ropa - tomó las dos cestas que estaban llenas - y si te digo algo más mi cabeza estará colgada en la sala principal. Buen día.

Vi como su silueta se fue alejando, la frené cuando casi llegaba a la puerta.

- Tú estás aquí, trabajas aquí sabiendo las acciones que cometen día a día - me puse algo iracunda - estoy segura que más de una vez los viste llegar con la ropa manchada de sangre de otro hombre. ¿Cuántas veces la tuviste que limpiar?

Se giró de golpe - No todos tienen la suerte de encontrar trabajo en un lugar como este, que le paguen bien y que el único requisito sea mantener silencio. Si fuera tu haría lo mismo, con la ventaja  que de la boca de  Konstantin nunca saldrá una amenaza para ti.

Finalmente me dejó sola, y ya no había nada que hacer. Las lavadoras se habían detenido.

❖ ◦ ❁ ◦ ❖

Llegué a mi habitación pensativa, lamentablemente no estaba sola. Y no se por que ya no me parecía raro.

- ¿Que haces aquí Ander? - ya mi tono era cansado, solo quería tirarme en mi cama y dejar de pensar.

- Quiero decirte que olvides lo que te dije.

- Bien - conteste y me tiré a la cama.

-¿Bien? ¿Solo eso dirás? ¿Que tal "no me pidas eso" o " ya no te creo"?

- Sencillo Ander, une tus únicas dos  neuronas en funcionamiento y conecta mi siguiente mensaje: ya no me interesa.

Se hizo un silencio, pero para mí desgracia seguía escuchando su respiración. Y eso significa que no se había ido.

- Vete.

- No lo haré.

Me senté contra el respaldo de la cama - ¿Cómo dices?

- Que no se me da la gana de irme.

- Ya te dije que no me interesa, y tranquilo idiota, no te acusaré con nadie. ¿Que quieres de mi?

- Las cosas que quiero son tan impuras como mis pensamientos sobre ti en este mismo momento, Onisse, créeme.

Quedé de piedra por un minuto, y solo entonces noté que su mirada era mucho más que solo hambrienta.

- No juegues, solo vete de mi habitación.

-¿Crees que estoy jugando?

Quise contestar que no, pero mi boca no supo formular ni media respuesta.

- Vamos Onisse - se acercó a mi y apoyó sus manos en el borde de la cama - somos humanos, y los humanos tienen necesidades.


Diamantes con sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora