❈ Capítulo 37❈

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Rose

- Oh Rose, ¿Por qué permitiste que nos alejemos?

Escondió su cabeza en el hueco de mi cuello, depositando unos besos húmedos allí. Sabía que mi cordura no iba a aguantar mucho tiempo más así.

- Quise resolver las cosas, demasiado tarde supongo.

Me tomó de la cintura y me posicionó de rodillas en el sofá, él seguía parado frente a mí, me di el placer de acariciar su pecho e ir desabotonando esa torturada camisa a lunares.

- Demasiado tarde, demasiado tarde - repitió y dejó una leve caricia en mi mejilla - supongo que yo tampoco lo hice fácil, ¿No es así gatita? 

Incliné mi cabeza, haciendo que esa mano que estaba acariciando mi rostro bajara a mi cuello.

- No es por presionarte, pero mientras más tiempo tardemos arrepintiendonos sobre nuestros actos pasados, menos tendremos para usarlo en cosas más interesantes.

Pareció sorprendido ante mi declaración, pero enseguida cayó en la realidad - Eres muy lista, tienes tanto para decir para tener era -su dedo índice acarició mis labios - boca tan pequeña

- Te sorprendería todo lo que puede hacer algo tan pequeño, pero quizás ya lo probaste.

Fue su límite, me tomó del mentón y nuestros labios se unieron con impotencia, con deseo, la camisa acabó en alguna parte del salón que desconozco. Se subió al sofá, se puso de rodillas al igual que yo y continuamos con el beso, los suspiros y  algunos jadeos de mi parte.

El aroma que emanaba su cuerpo era algo que nunca voy a olvidar, que quedaría impregnado en mi mente. Tomó los extremos de mi blusa y tiró hacia arriba para dejarme solo en sostén, sus labios recorrieron el valle de mi cuello y se detuvo en el comienzo de mis pechos, donde se estuvo por un buen rato.

-Eres increíblemente erótica Rose, no sé qué hice para merecer algo así, pero voy a aprovecharlo.

Me acostó suavemente contra el tapiz del sofá, recorrió mi cuerpo y despojó mis ultimas prendas interiores, el pantalón y las bragas. Acarició mis muslos dejando unas pequeñas marcas en ellos, su lengua, qué gran pecado, supo exactamente como tocar mi punto más débil y hacerme ver la intersección entre el infierno y el cielo en tan solo un par de segundos. 

No sabía de dónde aferrarme, pues no confiaba en los espasmos que estaba produciendo mi cuerpo para mantenerme lo suficientemente cuerda.  

- Ander voy a... Agh.

Subió a mi altura, acarició mis mejillas, ¿Como podía actuar dulcemente?

- Quiero que lo hagas.

-¿Qué? - se reía de mí, o simplemente  quería que yo le ruegue.

-Mierda Ander, cogeme de una vez.

A esta altura no tenía paciencia, estaba caliente y molesta.

- Estaba esperando que me lo pidieras,  ¿Ya ves Rose? Esas cuatro palabras no eran nada difíciles de pronunciar.

Hice oídos sordos, mis manos bajaron al cinturón de su pantalón, lo quité y con rapidez baje sus pantalones. Tocandolo por encima de sus bóxers, sonrei, quizás alguien estaba más entusiasmado que yo por esto.

- ¿Entonces Rose? ¿Que estás esperando para tomarme?

Me besó por unos pequeños instantes mientras gemía muy cerca de mi oído, me miró levemente y susurró: No seré rudo.

Quizás si quiero que seas rudo, pero mi boca no podía ni siquiera formular una oración.

- ¿Tienes protección?

Tomó un preservativo, ya estaba preparado, y lo abrió con maestría para deslizarlo sobre su miembro ya erecto.
Recorrió mi cintura haciendo que se encorve un poco, fue su oportunidad perfecta, introdujo su glande dentro mío. Al principio fue solo dolor, unas lágrimas amenazaron con caer, pero luego ese dolor sólo se convirtió en placer, y embestidas lentas y placenteras para ambos.

Se movía con destreza, odiaba admitirlo, pero cualquier rastro de "experiencia" que yo decía tener se esfumó al momento que este hombre me puso una mano encima. Era un dios griego, no tenía nada que envidiarle a Eros, el dios de la atracción sexual y del amor.

Ambos empezamos a gemir y jadear, indicándole al otro que estaba cerca de su punto.

- ¿Te gusta así? - cuestionó mientras ambos rebotabamos sobre el sofá.

Lo miré a los ojos -  Si, pero más rápido.

- A sus órdenes, madame.

Estábamos pasando la mejor noche de nuestras vidas, en el silencioso salón del apartamento. Me tomaba como un experto, y yo intentaba complacerlo de la mejor manera, con movimientos pélvicos que estimulaban nuestro placer

- An-Ander - dije con dificultad.

- Hm - murmuró roncamente.

- Me voy a ... Ya sabes.

El éxtasis llenaba mi cuerpo, lo tome del rostro para besarlo, como pude.

- Entonces hazlo princesa, hazlo y demuestrame que tan diosa puedes ser al llegar.

Sin mucha más opción, ambos llegamos a nuestro punto de clímax al mismo tiempo. Fue increíble, sonreí en sus brazos y él lo sintió.

- Gracias por esto, ahora cumple otro de mis deseos y quédate aquí esta noche. No subas a tu habitación.

¿Acaso después de lo que pasó, era capaz de decirle que no? Me acomode el su pecho, el tomó la manta que estuvo usando estas últimas noches y nos cubrió a ambos.

Esa noche soñé con él, y exclusivamente con su rostro, su cuerpo y su voz. Y no pude culparlo, nunca más podría culpar a Ander Dimou, porque sus brazos eran mi lugar más seguro en el mundo.


Diamantes con sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora