❈ Capítulo 34 ❈

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Rose

Cuando el avión aterrizó, fui la primera en correr para recibir a mi madre y a Philip.
Pasaron unos minutos y nadie bajó, ni las puertas se habían abierto y no había ninguna señal del piloto. Todo era muy extraño.

-¿Qué sucede?

Fue Ander quién se acercó a mi.

- Nadie baja.

Miro con extrañeza, subió las escaleras y abrió la puerta.

- Quédate aquí, veré si hay algo mal ahí dentro. Llama a los hombres de seguridad, por si acaso.

- Lo haré.

No estaba preocupada, si inquieta. En menos de veinticuatro horas habían pasado más cosas de las que yo esperaba, solo necesitaba hablar con la única mujer que me tomaba una categoría más prototipica de los monstruos que leia en mis cuentos de niña; mi madre.

- Magus, Ander está en el avión y pidió que vayan los hombres de seguridad.

- Claro, de inmediato. ¿Todo está bien?

Suspire hondo - Me encantaría por primera vez en el día decirte que si, pero no lo sé.

Fue cuestión de diez minutos para que seis hombres se posicionen y rodeen el avión,Ander salió algo pálido.

-¿Que sucede?

- No nada es que...

Todos mirábamos expectantes.

- No hay nadie allí dentro, ni siquiera un piloto.

Un silencio absoluto inundó el lugar.

Callum dió un paso adelante - Pero si me avisaron concretamente que la señora Onisse y el señor Konstatin estaban a punto de aterrizar.

Ander levantó los hombros y le dió una mirada al avión - Es una trampa.

Y fue muy preciso, para que el avión estallara en grandes llamas de fuego y todos corramos para estar fuera de peligro.

- ¿Jamás se va a cansar?

No hacía falta saber quién había concretado la acción, tenía nombre y apellido: Lewis Murray.

- Al parecer no - murmuré. En mis ojos se reflejaban las llamas del fuego, solo por un momento en mi cabeza llegó la imagen de qué hubiera pasado si Ander seguía ahí dentro, lo miré de reojo, lo miré de reojo, no quise decir nada pero percibí en su mirada que él estaba pensando exactamente lo mismo.

**

Narrador omnisciente

- Querida, me sorprendió demasiado cuando aceptaste mi invitación.

El hombre recorria la habitación mientras la mujer, con una tranquilidad espeluznante, estaba sentada bebiendo té.

- No veo el por qué, siempre fui un alma libre.

-¿No tienes miedo que te haya puesto té en el veneno?

La mujer sonrió de lado- Oh Lewis, ¿No tienes miedo que la mano que estrechaste cuando entré a la sala tenga una sustancia venenosa que se transmite de piel a piel y te esté matando lentamente?

- Eres oscura Adele, me sorprende que hayas confesado que yo era un ser siniestro.

- Porque lo eres.

- Entonces soy tu espejo, soy tu propio espejo - se acercó peligrosamente - por eso, muy internamente tú me tienes miedo.

- Por favor, no me hagas reír, una hormiga me da más miedo que tú.

Lewis sonrió y señaló al cuerpo moribundo tirado en el piso del salón.

-¿Que harás con tu amante?

Adele lo miró de reojo, sin mucho poder de decisión.

- Esperar a que deje de respirar, dejar que el cuerpo se descomponga lentamente y luego aferrarte a esa pared de ahí para que tú única visión sea el cuerpo muerto de un hombre al que tú quisiste matar y nunca pudiste. Obviamente luego morirás con él.

- No me parece una tan mala opción, la prefiero antes de que seguir escuchandote. ¿Quien te hizo creer que tienes el poder?

La mujer se cruzó de piernas elegantemente y tomó lo último de la taza de te.

-¿Ya lo olvidaste? Al fin y al cabo soy el único diamante que la mafia nunca pudo eliminar.

- Todavía tenemos a tu querida hija bastarda.

- ¿Si? - soltó una gran carcajada que molestó al hombre - porque sé que con tres palabras ella es capaz de eliminarte de la mafia inglesa, sin la necesidad de usar un arma blanca.

Diamantes con sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora