❈ Capítulo 51 ❈

8 1 0
                                    

Rose

Acomodé mi vestido, decir que no estaba nerviosa era una vil mentira. Lo estaba, mierda lo estaba.
Mi relación con Ander nunca había cambiado, ni siquiera después de que volvieron a tomar Grecia.

Creí que lo que me había dicho una noche solo había quedado en el recuerdo, ese "cásate conmigo" cargado de alusión y desesperación, de dos almas que se creían destinadas. Cuando volvió la idea, dudé si aceptar. Todo había pasado tan rápido que no consideraba la idea de cansarme, aunque amaba a mi novio.

Pero una noche lo hizo. Lo hizo de una forma especial, y ese fue el paso que necesitaba para dar el Si. La noche más especial después de mucho tiempo.

- ¿Estás lista? - Philip, o sea, papá, me besó la mejilla dulcemente - luces increíble. Estoy muy orgulloso de tí.

- Gracias por estar conmigo en este día. De verdad lo necesito.

- Te prometí que estaría contigo en todos tus momentos importantes, estoy intentando remediar el tiempo que perdimos juntos.

- Y estás haciendo un gran trabajo.

Una leve melodía,que a diferencia de lo tradicional, no era la marcha nupcial empezó a sonar indicando mi entrada.
El indiscreto lugar que utilizamos para la ceremonia estaba lleno, era divertido, porque no conocía ni a la mitad de las personas que estaban aquí.

Mis ojos estaban puestos en Ander, lucía completamente apuesto en ese traje negro. Sonreía emocionado, quizás, yo quería largarme a llorar como una niña.

Mi papá me dejó al lado de mi futuro esposo.

- Luces.. tan hermosa Rose, tan hermosa - susurró a mi lado.

El sacerdote que llevaría a cabo nuestro unión se acercó a nosotros dos y con una sonrisa preguntó:

-¿Quién entrega a esta mujer en matrimonio?

- Su madre y su padre - respondió mi mamá, que lucía emocionada.

- Estamos aquí reunidos para unir en matrimonio a Rosalie Onisse Konstatin y Ander Stephen Dimou.

Ander, a mi lado, rozó nuestros dedos, sonreí incoscientemente.

- ¿Ander Dimou, recibe usted a esta mujer para ser su esposa, para vivir juntos en matrimonio, para amarla, honrarla, consolarla y cuidarla, en salud y en enfermedad, guardándole fidelidad, durante el tiempo que duren sus vidas?

- Si, quiero - contestó firme.

- ¿Rosalie Onisse Konstatin, recibe usted a este hombre para ser su esposo, para vivir juntos en matrimonio, para amarlo, honrarlo, consolarlo y cuidarlo, en salud y en enfermedad, guardándole fidelidad, durante el tiempo que duren sus vidas?

Cerré los ojos un segundo y todo era paz, paz y calma. Esto es lo que quería.

- Si, quiero.

Dos pequeños niños se acercaron para entregarnos los anillos. Ander tomó el suyo y lo colocó en mi dedo anular.

-Yo, Ander Dimou, te recibo a ti para ser mi esposa, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe.

Fue mi turno de decir los votos, con la voz cortada e intentando que el anillo encaje perfectamente, porque estaba tan nerviosa que era capaz de hacerlo caer.

- Yo, Rosalie Konstantin, te recibo a ti para ser mi esposo, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe.

Todos sonreímos, sabíamos que era el momento.

- En virtud de la autoridad


que me conceden las leyes del Estado de Grecia, yo los declaro marido y mujer. - el oficiante se dirigió a Ander- Puede besar a la novia.

Y tal como si fuera una película de Ficción, el moreno me tomó por la cintura y me inclinó un poco hacia abajo para besarme lentamente. Todo el lugar estalló en aplausos.

- Señora Dimou - sonrió entre mis labios - te haré la mujer más feliz del mundo. Nunca te decepcionaré. Y siempre que lo necesites, voy a intentar arreglarte.

- Señor.. Konstatin, digo lo mismo.

- Oh querida, eso no suena nada bien.

Me tomó al estilo nupcial y volvimos a besarnos.
Mis padres, Magus, Callum, Klaus vinieron a felicitarnos muy emocionados. Incluyendo los padres de Ander, a quienes yo no conocía.

Pero los dos coincidíamos de que finalmente estábamos en el mejor de los mundos posibles. En una nube de la que sería difícil de bajar.
Porque estábamos felices.







Diamantes con sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora