❈ Capítulo 48 ❈

5 1 0
                                    

Rose

- ¿Piensas tenerme cautiva cómo la última vez que nos vimos? Aunque no lo entiendo, ya le quitaste todo a Philip, ¿Con que más podrías chantajearlo?

- No lo sé, pero para mí es divertido hacerlo.

Claro. Sádico.

Las puertas se abrieron, los dos nos giramos, los monos entraban sosteniendo a Magus.

- Este sujeto estaba afuera pidiendo de entrar. Puede ser un espía.

- Vino conmigo - anuncié de mala manera - ¿Ya lo olvidaron?

Lewis soltó una carcajada - ¿Te trajiste tu propio guardaespaldas? Pero qué puede hacer un tipo como él. Tan solo míralo, es un niño.

- No soy un niño - anunció liberandose de los dos hombres que lo sostenían - mi nombre es Magus Hansen.

- Ohh - enfatizó levantando los brazos - Magus Hansen, el liberador de Grecia, ¡Enemigos, temed!

Los idiotas rieron y festejaron el absurdo chiste de Lewis.

- Vamos, estoy perdiendo mi tiempo, vayan a llevar a los invitados al cuarto que... Ya conocen.

Uno de los hombres tomó a Magus y el otro a mi, poner resistencia era absurdo. Llegamos a una puerta cerrada bajo llave y con candado.

No sé por qué, si mi impulso fue más grande que mi cobardía. Lo único que supe fue que tomé el brazo del hombre que me tomaba y lo doblé, tomándolo bajo mi poder y acorralandolo contra la pared.

El hombre que sostenía a Magus intento abalanzarse sobre mi pero mi amigo fue más rápido y repitió la acción.
Le quite las llaves y abrí el cuarto, rápidamente metimos a los dos monos -muy poco inteligentes- dentro del cuarto. Encerrandolos con llave.

- ¿Que hicimos?

- Lo que debíamos hacer, vamos a buscar a Lewis y terminar con esto - repliqué.

- Es peligroso, además él nunca está solo y siempre está armado.

- Vamos a defendernos, Magus por favor, ¿Recuerdas que tú quisiste acompañarme?

Iba a contestar pero lo acorrale escondiendonos detrás de una columna cuando oímos unos pasos subir las escaleras.
Uno de los hombres de Lewis, subía distraído y mirando su celular.

- El primer paso - le susurré al rubio - es alejar a estos monos.

-¿Qu-?

Tomé una escultura que estaba apoyada en una pequeña mesa, y cuando el hombre se aproximó a nosotros, en un movimiento rápido se la parti sobre su cabeza. Tambaleó hasta caer sobre el tapizado rojo escarlata.

-¡Rose!

- Ayúdame - lo tome de las piernas, Magus lo tomó de los brazos, arrastrándolo- vamos a llevarlo a uno de los cuartos en caso que despierte.

Cuando terminamos, tomé a Magus de los hombros - No vamos a separarnos, ¿Está bien? Pero es necesario que actuemos de forma individual. El próximo es Lewis.

- No vamos a matarlo.

- Si, vamos a hacerlo.

- Estás loca, y a veces me das miedo.

- Como sabes, eres libre de irte.

Me miró fijamente y tomó mi mano para bajar las escaleras evitando hacer ruido.

- No hay nadie aquí - susurró.

- Tiene que estar aquí, hace diez minutos estaba por aquí.

Caminamos hasta la cocina, dónde tampoco había alguien, tomé un cuchillo de uno de los cajones.

- Deja eso dónde estaba. No creo que sea necesario.

Me lo guarde en el bolsillo trasero - No lo sé, quizás si lo sea.

- Hazle caso a tu amigo y guarda eso dónde estaba. No va a ser necesario.

Mierda.
Mierda.
Y más mierda.

Nos giramos encontrándonos a Lewis, con una sonrisa sádica y un vaso de Whiskey.

-¿Creen que es suficiente con encerrar y noquear a tres de mis hombres?

- Estás solo - aseguré - ¿Crees que eres un ser inmortal y divino?

- El poder soy yo. No necesito a los demás.

- Entonces ven, y mátame - lo reté - hazlo. Termina con este problema.

- Eres una chica, no pienso manchar mis manos con una sangre que no me importa. Dejen de perder su tiempo y admitan su derrota, no son bienvenidos aquí.

Hice un puchero - Es triste que esto sea una despedida. Pero vámonos Magus, ya lo oíste, no somos bienvenidos aquí.

Caminé atrevidamente pasando por al lado de Lewis, quién me tomó del brazo - Tienes algo que es mío, lo recuerdas?

Sé perfectamente que hizo referencia al cuchillo que aún estaba en mi pantalón.

- Cierto - miré de reojo al rubio - y tú también tienes algo que es nuestro.

Tomé el cuchillo y lo alcé encima de su cabeza para golpearla duramente con el mango.








Diamantes con sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora