Hospital, pero sin maripositas, pajaritos y pensamientos tontos.

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Drew: ¿No vas a hacer ni contestarme? Maddie, no te entiendo.

Después de dos horas y media discutiendo con mi padre sobre mi viaje exprés a Nashville, finalmente estaba en el aeropuerto bastante perdida y saturada por lo mal que dormí aquella noche.

Llevaba una pequeña maleta con lo necesario para pasar un par de noches en el que fue mi antiguo apartamento. Rhys me envió un mensaje diciendo que había dejado la llave de mi antiguo piso debajo del felpudo, como siempre Rachel hacía.

La sensación sería rara; volver al que fue mi hogar sabiendo que mi compañera de piso estaba ingresada en el hospital. Me monté en el avión y, por suerte, no estaba muy lleno y no me tocó a nadie al lado. Eso significaba que podía dormir a mis anchas sin tener a ningún famoso tocapelotas cerca como la última vez que viajé en avión.

Hunter me contestó un par de mensajes más, pero no me había metido en la conversación. Había tomado una decisión, y era que pasaría de los dos hermanos olímpicamente.

Tener que hablarlos era para mí, sin duda, mi último plan en la listas de "cosas para hacer". Ni se me pasó por la cabeza contestarlos.

Sí, tener esos dos nombrecitos en la bandeja de mensajes casi arriba del todo era muy tentador. Pero mi orgullo era mucho más que toda esa tentación, y no pensaba entrar bajo ninguna circunstancia.

Puede que fuera por el hecho de discutir con Drew y seguirle las bromitas a Lord Arrogancia (Sí. Cuando él no me escuchase, así lo llamaría. Pero públicamente seguiría siendo mi esbirro), pero realmente sabía que era algo más. Y ese "algo" era tener que contarles toda la historia. Tener que explicarle a Drew lo que pasó, que dormí en casa de su hermano y... y bueno. Quizá no me cayese taaaan tan mal como me imaginaba.

Y también contarle a Lord Arrogancia qué me pasó y por qué aquel ataque de pánico y ansiedad tan fuerte. Sinceramente me aterraba contárselo, así que como no lo vería en bastantes días, me relajó poder tener el poder de ignorarlo.

Y también a su hermano.

El vuelo fue bastante tranquilo y se me pasó el tiempo volando. Bajé con el culo como una carpeta y con marcas en la cara de mi jersey, al haberme quedado dormida con la manga pegada en la mejilla.

Bueno, el recorrido era sencillo: Ir a mi piso, dejar la maleta, darme una buena ducha, comer algo y salir pitando de allá para llegar al hospital y ver a los hermanos Wayland.

La verdad es que me moría de ganas por ver a Rachel, y sobre todo de asegurarme de que está bien, de que está en buenas manos.

Es el hospital, ¿Qué mejores manos hay si no?

¡Inseguridades de una insegura!

En cuanto metí la llave en la cerradura, inspiré fuerte y pude recordar perfectamente ese olor a edificio antiguo que tanto amaba y odiaba a la vez. La puerta se abrió, y ante mí miles de recuerdos volvieron a mi mente.

Risas, muchos lloros, cabreos, borracheras... sí. Sobre todo eso último.

Obviamente no paraba de pensar que yo pudiese tener parte de culpa en el accidente de Rachel. A ver, nuestros fines de semana eran descontrolados, y yo... bueno. Pasaba de estar tan tranquila con mi librito y mi música encerrada en mi cuarto a beber como una sedienta.

Y... no sé. ¿Y si debí estar más al tanto de ella? ¿Y si en algún momento debería de haberla ayudado? no sé, apuntándola a terapia, cogiendo cita para el médico...

Chiquilla, dúchate y déjate de tanta culpa, que a este paso te van a cerrar la puerta en las narices por la hora que es.

Mierda.

ARDENT © [#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora