Último día

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La mañana más desaprovechada para cualquier turista en un lugar como aquel. La mañana mejor desaprovechada para una turista como yo perdida en los ojos más bonitos del mundo.

A parte de darnos besos, decir tonterías y estar abrazados, no hicimos absolutamente nada. Me pregunté si esa parte estaría dentro del plan número tres.

Ya era sábado, lo cual significaba que era prácticamente mi último día allí, lo cual significaba que volvería a Minnesota, a mi trabajo y con mi padre, y me separaría durante un tiempo largo, larguísimo de Rhys. Pero intenté no pensar en ello demasiado en ese momento.

Con el pelo despeinado y en calzoncillos (blancos, le marcaban el culo que no veas) salió de su habitación bostezando para ir al baño, y yo me estiré y rodé de un lado de la cama al otro desperezándome.

No sabía dónde estaban mis bragas, así que me metí bajo el edredón para intentar encontrarlas, pero lo único que encontré fueron las sábanas arrugadas y en forma de bola en una esquina de la cama.

—No voy a preguntar por qué estás en esa postura, pero sigue.

Estaba tumbada en el borde de la cama con la cabeza colgando, mirando debajo de la cama para encontrar las malditas bragas, y al hacerlo... el camisón se me subió y me dejó con el culo casi al aire.

Inmediatamente bajé la tela y me senté en la cama.

Estaba él tan sonriente, de pie, con una taza de café en la mano y con la otra rascándose los ojos. Tenía esa carita de adormilado...

Apoyó la taza en la mesilla y peinó mi pelo, dejando los mechones delanteros detrás de las orejas. Me dio un beso y yo lo acerqué a mí, rodeando su espalda con mis brazos.

—¿Qué vamos a desayunar? —Bostecé mientras le daba besitos en el abdomen y se le erizaba la piel —. Me muero de hambre.

—¿Desayunar? —Carcajeó —. Son las dos de la tarde, creo que será mejor darnos prisa para que nos den de comer en cualquier sitio.

Abrí mucho los ojos y me puse de pie enseguida. Las dos... eso... eso era muy tarde. Seguro que podríamos haber aprovechado más el día.

Me preparé en dos segundos, lo más rápido que pude. No sabía qué íbamos a hacer, pero Rhys me dijo que me pusiese bañador, así que di por hecho que acabaríamos en la playa a lo largo del día.

Estaba... acelerada. Nerviosa, quizá. La noche anterior pensé que estaría eufórica por disfrutar mi último día, pero la verdad... es que sentía que se me iba a salir el corazón por la boca en el momento en el que le dijese a Rhys que mi padre ya me había comprado el billete de vuelta para el día siguiente.

Karl ya me echaba en falta, porque ese jueves empezaba la semana de vacaciones de Ola y prácticamente estaban solos los dos. Mi padre me escribió bastante alarmado esos días, diciendo que debía cumplir con el trabajo y dejarme de caprichos.

Con la incomodidad que siempre había con Rhys y mi padre... sinceramente pensé que se lo iría a tomar mucho peor. Pero sabía desde hace tiempo que Rhys me importaba mucho, y que... por casualidades de la vida, siempre que él estaba más involucrado en mi vida que de normal, estaba más feliz. Algo que Hunter durante ese año, mucho no consiguió.

De cierta manera, me quedaba más tranquila sabiendo que mi padre no estaba solo del todo, porque seguía con su pareja. Sí, pareja, porque lo suyo era bastante más formal que cualquiera de los cincuenta novios de mi madre. Y estaba muy feliz, ilusionado, parecía... otra persona. Me gustaba ese nuevo Charlie.

Bajamos a la calle a eso de las dos y veinte y la ciudad estaba a rebosar de turistas y surfistas. Hacía un día formidable, con una temperatura pistonuda para ir a la playa y a la vez algo de viento, el suficiente como para levantar unas buenas olas.

ARDENT © [#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora