Pizza barata y besos eternos (+18)

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(Style- Taylor Swift)

Nos bajamos del coche y aparcamos en un parking del pueblo más cercano. Todo lo que tenía de encanto lo tenía de empinado, tuvimos que subir diez cuestas—contadas—y tardamos veinte minutos en encontrar un restaurante vacío.

Hunter estaba desesperado, se moría por comer algo. Yo me moría de impaciencia con sus berrinches y gruñidos.

—¿Por qué has cogido esas sudaderas del coche? Hace calor—Pregunté confusa.

—¿Eh?... por nada, por si acaso refresca —Contestó algo distraído.

Por fin, encontramos un restaurante con terraza y vistas directas al mar. Era precioso, con lucecitas y hiedras que subían por las paredes de la blanca casa. El interior, también era blanco, y las paredes estaban llenas de conchas enormes y de todas las formas que podían existir.

Hunter entró como una bala y me pidió coger sitio en una mesa. Un camarero me indicó a cual y dejé aquellas sudaderas en una silla vacía.

Comencé a ojear la carta de aquel restaurante tan "mono", pero pronto se le quitó el encanto al ver los precios de los platos. Con el español que sabía, me pude guiar más o menos y saber qué era cada cosa. Me extrañó que, con la cantidad de turistas que recibirían al año, no hubiese traducción al inglés, pero bueno.

Hunter puso una mueca rara y me miró totalmente perdido.

—¿Qué coño es esto?

—Arroz —Le dije sin muchas explicaciones, y resopló cabreado.

—Me ha dicho el camarero que van a tardar una hora en servirnos, hay mucha gente dentro del local —Dijo apenado.

Yo lo sonreí.

—¿Y si dejamos la cenita romántica para mañana y pedimos dos pizzas para llevar y las comemos en la playa? —Le propuse. Él levantó cabeza y me miró como un cachorrito recién abandonado.

Me levanté de la mesa y me acerqué a él. Me puse detrás suya y le hice un masaje en los hombros.

—¿Por qué estás tan estresado?

—Porque, joder, todo está saliendo mal. Primero el vuelo, ahora esto...

Rodeé su cuello con mis brazos y acerqué mi boca a su oído.

—¿Cómo puedes ser capaz de decir eso después de traerme a una isla y ofrecerme pasar una semana entera contigo en la otra punta del mundo?

Me miró algo confuso, pero supe que seguía castigándose a sí mismo por no salir todo como el quería. No es que fuese una persona perfeccionista, pero con el hockey estaba acostumbrado a tener todo bajo control, como él quería, y si no... pues explotaba, de alguna manera.

—Joder, mierda —Masculló.

Se levantó rápido, me puso una de las sudaderas con la capucha y las gafas de sol en los ojos. Él hizo lo mismo, agarró mi mano y corrimos escaleras abajo hacia la playa.

—¿Qué pasa? —Grité confusa. —¿Por qué corremos? ¡Me estoy asando!

—Tú corre —Me pidió.

Y eso intenté, pero yo no era una deportista de élite. Ni deportista, directamente.

Un grupo de personas se acercó a nosotros casi con urgencia. Flashes, cámaras, micrófonos... ¿Periodistas? ¿Cómo habían reconocido a Hunter si ni siquiera sabían que él estaba aquí?

—Señor Scott, ¡Señor Scott! ¿Ya no se ve con la señorita Prixon? ¿Un nuevo affair?

—¡Aquí, aquí! ¿Va a volver a los Bullies?

ARDENT © [#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora