Victoria con sabor agridulce

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(Oh, Pretty Woman- Roy Orbinson)

Volvimos a centrarnos en el partido. El número 22 tenía el disco. Corrió un par de metros rectos, y se lo pasó a 1. 1 esquivó a uno de los contrincantes, fue hacia la derecha y se lo pasó a 13. 13, no muy seguro, se lo pasó rápidamente a 34 porque le venían dos grandullones de frente. 34 no supo qué hacer, y un contrincante se echó prácticamente encima de él. 34 le hizo un placaje que todo el mundo gritó (tanto a buenas como a malas).

34 siguió adelante viendo que no pitaban falta. Lord Arrogancia se encontraba arriba del todo, y gritaba con toda la fuerza del mundo que estaba solo, que se lo pasara, pero no le hizo caso.

Bien hecho, 34.

Siguió adelante quitándose a todos los Red Oxxes posibles del medio, cuando 7 apareció a su derecha desmarcándose y teniendo la oportunidad perfecta para marcar.

Espera, número 7. ¡El 7 era Rhys!

—¡¡VAMOS RHYS!! —Grité emocionada, al igual que toda la afición viendo que tenía la oportunidad perfecta para conseguir ese empate y estar más cerca de clasificarse. Mike me miró con gesto de desaprobación, y le saqué la lengua.

Venga, Rheesy Rhys, mete un gol para que todo tu equipo se alegre, os clasifiquéis y yo gane un refresco gratis de un niño repelente.

No sé si consiguió leerme la mente, pero en el último segundo antes de que un tío gigante se tirase encima suya y la afición se volviese completamente loca, el disco entró en la portería.

Metió gol.

—¡AAAAAAHHHHHHH! ¡¡Sí!! —Grité, y empecé a sacarle la lengua a Mike. —Perdona, ¿Qué decías de mi ídolo?

Mike rodó los ojos, pero aplaudió porque su equipo tenía posibilidades.

—Aún no ha terminado el partido, monada.

¿Acababa de llamarme un niño "monada"?

Acababa de hacerlo, sí.

Todo el mundo comenzó a gritar y las palomitas saltaron por los aires. Bufandas, chillos y euforia llenaron el estadio celebrando el gol de Rhys. Y vi lo contento que estaba, la emoción que sintió en el momento y se giró hacia todos los lados contemplando a toda la afición a sus pies. Fue espectacular.

Todo su equipo se tiró encima de él. Gracias a su gol podían desmarcarse y pasar a los nacionales, donde jugarían contra los grandes equipos.

Lord Arrogancia fue el último que lo felicitó, nada más y nada menos que lanzándose sobre él y tirándolo al suelo, abrazándolo y despeinando su pelo rubio sin parar.

A pesar de que no fue él quien marcó, se alegró.

El partido prosiguió y no pasó nada interesante. Ni el equipo contrario ni el nuestro metió ningún gol. Por lo que me contó el pequeño Mike, se lesionó un Bullie, así que jugaban con desventaja. El enano a penas me habló de lo concentrado que estaba en transmitir a todo nuestro alrededor lo que estaba ocurriendo, a pesar de poder verlo con nuestros propios ojos.

Su padre ni siquiera se molestó en intentar hacerlo callar, porque sabía que era inútil. Además, la gente parecía disfrutarlo, porque lo contaba de una manera muy graciosa, incluyendo alguna palabra parecida a palabrotas que obviamente no podía decir.

La música de fondo no sé por qué pero me ponía muy nerviosa. Nunca me había interesado el hockey porque creo que nunca me había detenido a observarlo bien, pero en realidad era de lo más divertido. Esas peleas de absolutos orangutanes que tanto odiaba, me empezaban a hacer gracia al ver que no eran más que cuatro tontos pegándose por que sí, y Mike lo comentaba también.

ARDENT © [#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora