En un par de días ya estaba trabajando en la cafetería de un viejo conocido de mi padre. Al parecer, necesitaban algo de personal y mi padre no dudó en nombrarme diciendo que mi nivel de sabiduría en la hostelería era "alto". Solo por ese maldito pollo con verduras.Era una cafetería de lo más adorable. A ver, quizá me haya pasado. El olor a café y a aceite de huevos fritos fluctuaba entre el aire que respiraba, pero me daba absolutamente igual. Hasta que empezase a ganar mi propio sueldo con un trabajo estable, tenía que ganarme la vida de alguna manera.
Y no me podía quejar, Jerry y Karl eran unos santos. Jerry era el hermano de Karl, y Karl el amigo de mi padre, el jefe.
Lo cierto es que no había mucha clientela, y en parte podía llegar a entenderlo. La decoración antigua del local, el cartel de fuera... a ese sitio le faltaba esencia.
—Voy a necesitar doscientos dólares para traerte bastante más clientela y más fama.
—¿¡Doscientos?! —Gritó alarmado, se le cayó una bandeja y todo.
—Podría haber pedido mucho más.
Y lo cierto es que sí. Pero me llegaría para comprar botes de pintura, un cartel nuevo, nueva vajilla y una pizarrita para poner fuera el menú de desayuno y descuentos. Me tendió el dinero casi con miedo, pero iba a cuidarlo como...
Iba a decir como mi top blanco carísimo, pero no podía decir eso.
Nos pasamos dos mañanas enteras pintando el local de un color más agradable para la vista. Un color arena, ni muy claro ni muy oscuro. Lavamos la nueva vajilla y también colgamos el cartel. Era increíble cómo cambiaba la cafetería con un poco de empeño (y dinero, por supuesto).
—Si quieres, puedo hacer un par de fotos y las podemos subir a internet.
—¿A internet? ¿Mi cafetería? —Parecía que le hablaba en chino. No comprendía nada.
—Claro. Así la gente puede buscarla e informarse, ganarías mucha clientela. Además pueden opinar en internet sobre la cafetería, y se haría más conocida.
No entendía muy bien aquel razonamiento, pero igualmente tiró la bandeja y me abrazó tanto que pensaba que me iba a matar con semejante fuerza. No había sido para tanto, pero el hecho de que les hubiese gustado me encantó. Me sentía como realizada.
—Mierda, ¡Tengo que irme! —Grité mientras tiraba de la puerta y salía a toda pastilla del local.
Ese día era importante no, importantísimo.
Y para ello necesitaba ir a una tienda de discos, al teatro y a mi casa. ¿Que por qué? Pues porque era el cumpleaños de Drew. Seis años después volvíamos a estar juntos y eso significaba volver a mis regalos ingeniosos.
A Drew le encantaban, pero a mí me encantaba mucho más regalárselos. A veces pensaba que decía que le gustaban mucho para no herir mis sentimientos, y lo más probable es que fuese así. Era una pesada, y contra más regalaba, más emocionaba estaba.
Tenía claro qué era lo que iba a regalarle esta vez. Había una obra de teatro de la que anoche Drew no dejó de hablar, así que eso lo tenía chupado. Después, un disco de The Smiths, su grupo favorito. Y luego... Bueno.
Estuve toda la noche dándole vueltas.
Pensé en regalarle mi diario.
Una buena parte de mí me gritaba y me pedía arrodillada, con las manos suplicando, y con los ojos cerrados que ni se me ocurriese. Que qué vergüenza.
Pero es que él nunca me había ocultado algo.
Pero en muchas páginas lo mencionaba. En demasiadas.
Pero no debería de avergonzarme, era mi mejor amigo.
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ARDENT © [#1]
Подростковая литератураSeis años después, Maddie regresa a la ciudad en la que creció, lo que significa que ciertas personas de su pasado, como el frío de su padre o su antiguo mejor amigo, volverán a formar parte de su vida. Con lo que ella no contaba era con los dos sex...