CAPITULO XXII: OTROS SECRETOS

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El sol se encontraba en lo alto del cielo, mientras los niños corrían para llegar al parque, que se hallaba pasando la carretera  de la avenida del pueblo, entre la multitud de pequeños, caminaba un desconocido hombre con barba y bigotes, su cabello largo, cargando a cuesta en su hombro un bolso de cuero marrón, los lentes oscuros ocultaban la mirada del desconocido que buscaba entre la avenida la dichosa clínica que tanto había leído en las cartas de su pequeña ángel. Al dar con ella, se dirigió a el sin perder el tiempo, temprano había enviado una carta para su ángel, sin avisar de su llegada. Esperaba poder contar con él, para protejer a su pequeña dueña de su corazón, había tardado mucho en salir por culpa de su tía, a pesar de estar vestido, como un jóven de pueblo, e incluso vagabundo, su tía no se sentió satisfecha, terminó por ponerse los bigotes y barbas falso, para ocultar su rostro, pero solo se sintió conforme cuando el cubrió sus ojos con unos lentes oscuros, jamás pensó que su talla favorecería el look que ahora tenía, pues cualquiera lo confundiría con un adulto entrando a los 40 años, esperaba que el padre de su ángel comprendiera su actual presencia. Al ingresar a la clínica, se topo con un buen grupo de pacientes esperando turno, no le quedó de otra que esperar. No quería llamar la atención.

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Candy estaba radiante de felicidad suspirando una y otra vez por su querido "amigo" que le tenía una sorpresa, según su carta, y no podía controlar la dicha y curiosidad de que podría ser??, aunque a ella le gustaría verlo, pero eso sería viajar y no quería volver a meter en problemas a su padre, como el incidente de Londres, con el sr. Desconocido. Estaba tan distraída que no se dió cuenta que la matriarca la llamaba.

- ¡¡CANDY!! - llamó la matriarca, moviendo ligeramente el hombro de la niña y por fin reaccionó.

- si..si...sra Ardley - la niña se había parado bruscamente.

- presta atención - exigió.

- si sra. Ardley. - Respondió, volviendo a sentarse y decidió dejar de pensar en su príncipe de la colina y continuar escuchando las enseñanzas de la matriarca, sobre etiquetas.

El comportamiento de Candy no había pasado por alto por los tres jóvenes Ardley, que se habían escapado de sus clases privadas, para ver a su anhelada damita, los suspiros y radiante sonrisa, le decían a ellos que ella estaba enamorada, y que quizás Tom era el afortunado del corazón de Candy, no tenían idea del verdadero dueño de los suspiros de la pecosa.

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El dr. Castillo, era ya reconocido en el pueblo, su amabilidad y entregada labor, había logrado ganar la confianza de muchas personas que acudían más confiado de ser atendidos sin temor de ser tratados discriminada mente, la mayoría de médico provenían de buenas familias y eran muy costosos, y si no tenían para pagar, ellos ni siquiera los atendían, razón por la cual la gente del pueblo ya ni siquiera asomaban las narices en los antiguos consultorio médicos, la fama del actual médico, ya estaba por todo el pueblo, e iván con mucha confianza de poder ser atendidos sin falta, y pagando de forma más cómodos de acuerdo a sus posibilidades. La tarde estaba por caer, el médico esperaba que su hija ya se encontrará en casa, ese mismo día había tenido muchos clientes, y quería terminar lo antes posible con su labor, esperaba que en el sobre de carta que recibió su hija hubiera una nota para él, hasta el momento el jóven no había enviado información de la casa Lancaster y la regencia de Estuardo, era lo único que quería saber para poder actuar, sabía que Randolph lo estaría buscando y ya debería estar viajando a América o quizás ya llegó???. Su último cliente estaba en espera, y decidió llamarlo.

La presencia del desconocido, y su voz le dió la sospecha de haberlo visto en algún lugar, pero con tanta barba y bigotes, y sus ojos cubierto de unos lentes oscuros, no le ayudaba a recordar de dónde??

UN DESTINO DIFERENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora