Capítulo 8: Pesadillas y enigmas

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Era verdaderamente aterrador el pensar que ahora, existía un presunto fantasma en la casa de la señora Sullivan, y parecía, muy claramente, que quería atacar solo a Charlotte

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Era verdaderamente aterrador el pensar que ahora, existía un presunto fantasma en la casa de la señora Sullivan, y parecía, muy claramente, que quería atacar solo a Charlotte. Pues los tarros de crema se desparramaron en su baño y los platos de la alacena volaron en su dirección.

Bradley, que ya estaba al tanto del suceso, quedó bastante preocupado. Tanto, que su falta de atención se hizo notoria. Durante la cena, su prima Margot lo cuestionó varias veces con un par de preguntas. Margot era una chica pálida, de cabello castaño y alborotado, con encantadores ojos aguamarina, igual que él. Siempre vestía con faldas que le llegaban debajo de las rodillas y se cubría bastante, casi nunca dejaba ver sus hombros desnudos.

—Ey, te estoy hablando —le dijo, apenas chasqueó sus dedos cerca de su cara, como para despertarlo—. Te pregunté qué, cuánto llevas con tu novia. ¿Acaso no me escuchas?

—llevamos cinco meses y medio —contestó él, apenas pasó su mirada de algún lugar lejano a ella—. No me hagas caso. Ando un poco distraído en estos días —se disculpó, entre el sonido ruidoso de las charlas en medio de la mesa.

—No hay problema —dijo Margot—. ¿Y en qué universidad estudia?

—En la Universidad de Lothingham. Estudia antropología —contestó Bradley, tras beber un sorbo de jugo de manzana—. Un día de estos quisiera presentarla a toda la familia.

—Tal vez cuando viajemos a Boston —añadió Margot, mientras masticaba un bocado de pastel de carne.

La tía Debbie, que escuchaba la conversación, hizo un gesto notorio de intriga.

—Qué bueno que quieras presentárnosla —interfirió, acomodando sus pequeños anteojos—. ¿Va a alguna iglesia cristiana en Boston?

—Bueno... —dijo Bradley, dudoso—. Ella... la verdad, no va a ninguna iglesia.

Un incómodo silencio se apoderó de la mesa, interrumpido solo por el sonido de los cubiertos.

—Ah, ¿no? —cuestionó Debbie, cruzándose de brazos.

—¿Por qué no? —preguntó Logan, el hermano menor de Margot.

—No lo malinterpreten. Ella sí cree en Dios, pero no se adscribe a ninguna religión en particular —aclaró Bradley.

Todas las miradas se posaron en él con extrañeza.

—¿Qué estás diciendo? —cuestionó Theresa, su madre, con tono molesto—. No estar dentro de una religión es lo mismo que ser ateo —afirmó, mientras se daba la bendición—. Disculpa que lo diga, pero no creo que ella sea una buena influencia para ti.

—No, mamá, no es lo mismo. Ella no es atea, simplemente no...

—Lo siento mucho, Bradley, pero tu madre tiene razón —corroboró su tío Doug—. Pero no te preocupes, podemos ayudarla y acercarla a Jesucristo. Lo mejor sería regalarle una Biblia. No todo está perdido.

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora