Capítulo 51: Te pararás de las tinieblas

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—¡Qué horror! —susurró Charlotte, abriendo la llave del lavamanos y salpicando agua en sus ojos y mejillas

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—¡Qué horror! —susurró Charlotte, abriendo la llave del lavamanos y salpicando agua en sus ojos y mejillas.

Por fortuna, las manchas púrpuras que parecían ojeras salieron fácilmente con el agua. Sin embargo, su cabello seguía violeta y el efecto verde en su piel no se había esfumado.

Después de unas gotas más de agua, salió del baño, bajó al primer piso y se preparó para el paso número dos:

Paso dos:

Arme en el suelo la estrella de seis puntas con las ramas de árbol de veinte centímetros, asegurándose de que quede bien formada. Forme alrededor un círculo con las ocho velas rojas y enciéndalas.

Coloque el cuerpo humano, ya sea el verdadero o el representante, encima de lo que armó anteriormente.
Embadurne el cuerpo con aceite de lavanda.

Vierta la mezcla que está en la pecera sobre el cuerpo, asegurándose de que la piel se torne púrpura, mientras repite en voz alta la siguiente oración:

Vivirás, vivirás, vivirás, en nombre de todos los demonios, te pararás de las tinieblas, volverás a la vida como un dios indestructible, cuyo cuerpo será tan fuerte que ni las llamas lo podrán quemar. (Repetir 10 veces).

Espere cinco días mientras levita cada vez más alto hasta que, cuando alcance dos metros y cincuenta centímetros sobre el suelo, abrirá los ojos y resucitará. (Si es una representación, no abrirá los ojos ni flotará; lo hará el cuerpo indicado en donde quiera que se encuentre).

—Ahora, las ramas —dijo en voz alta al verlas sobre el suelo—. Comencemos con la primera estrella.

Fue sencillo. Consistía en colocar un triángulo encima de otro de manera adversa. Luego armó la segunda estrella y, minutos más tarde, colocó las velas rojas alrededor, que le daban un claro aspecto de brujería.

Encendió las velas. El fuego iluminaba el suelo con suavidad y creaba un ambiente algo más cálido. Era momento de colocar los cadáveres sobre las estrellas.

Charlotte los contempló un momento, respiró hondo y se atrevió a arrastrar el cuerpo de Sara Murphy hasta allí, con gran facilidad debido a la fuerza absurda que aún poseía en las manos. Luego, hizo lo mismo con la desconocida del anfiteatro. Con los cuerpos encima de las ramas de árbol y rodeados por las velas, era el turno de embadurnarlos con aceite de lavanda.

—Tú puedes hacerlo, embadurna los cuerpos —murmuró, hablándose a sí misma.

Con las manos todavía verdes, aunque temblorosas, abrió el frasco de aceite con cuidado, a pesar de la fuerza que ahora tenía.

Comenzó a verter el líquido sobre los cadáveres, mientras el olor a lavanda llenaba el espacio. Para embadurnarlos adecuadamente, tuvo que masajear la piel inerte, lo cual fue desagradable debido al hueco en el estómago de uno de los cuerpos, la pierna echada a perder de Sara y la falta de uñas. Fue un milagro que lo lograra, y se sintió orgullosa de sí misma.

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora