Capítulo 38: Látigos

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Aviso: este capítulo puede contener escenas explícitas

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Aviso: este capítulo puede contener escenas explícitas.

Charlotte estaba casi petrificada; no solo su cuerpo estaba inmóvil, sino también sus ojos, su semblante y su lengua. «Por favor, que se aleje, por favor» era lo único que pasaba por su mente en ese momento. Edland empezó a besarle la parte trasera del cuello con una lentitud obstinada que pronto se volvió un poco más rápida y casi brusca, hasta que una inesperada interrupción sorprendió a todos los presentes, ya que Edland no solía mostrar tal cercanía con humanas, ni mucho menos en público.

El timbre de la casa sonó de repente, y sin cuestionar lo que había visto, Lauren Polanski se apresuró a decir:

—Oh, señor Edland, creo que viene un humano. ¿Cree usted que es buena idea abrirle la puerta?

Edland volvió a acomodar el largo cabello de Charlotte en su espalda y, como si nada hubiera pasado, respondió:

—Sí, por supuesto. Háganlo pasar, y por favor, no olviden la cortesía. —La palabra «cortesía» sonó claramente sarcástica.

Lauren, vestida con una túnica negra, abrió la puerta.

—Buenos días —dijo al observar al «humano», que aparentaba unos treinta y ocho años y era tan común como el vecindario.

—Espera un momento... ¿Dijiste buenos días? —replicó él, confundido y extrañado por el oscuro atuendo de Lauren—. Bueno, tienes razón, son las malditas tres de la mañana, y no nos dejan dormir. ¿Podrían bajar el volumen de la música? De lo contrario, tendré que llamar a la policía. Además, dudo que seas mayor de edad, y estoy seguro de que están bebiendo alcohol. Escuché gritos y...

—¿Dudas que sea mayor de edad? —interrumpió Lauren, muy seria—. Es una gran ironía lo que acabas de decir, humano. ¿Por qué no entras y disfrutas de la fiesta?

—¿Me llamaste humano? —cuestionó él, pensando que quizás Lauren estaba drogada o algo parecido—. Es obvio que soy humano. ¿Por qué carajos me llamas así? ¡Esto es muy extraño!

—Sígueme —ordenó ella, sujetándole el antebrazo con una fuerza inusitada. Él sintió un susto repentino.

Cuando Robbie Weaver, un típico esposo y padre de una niña de cinco años, fue obligado a entrar, vio a un chico flotando en el aire en el lado opuesto de la sala. También notó una variedad de personas con máscaras de ciervos disecados, desnudas y danzando al ritmo de la caótica música, mientras otros participaban en un extraño «sexo grupal» en el sofá y en las esquinas. No vio los cadáveres debido a la magnitud de la multitud, que emanaba una locura salvaje y perversa. Sin embargo, lo que más le horrorizó fue el fuego sobre la mesa y las estrellas rojas pintadas en las paredes. Pensó que el chico flotante estaba atado de alguna manera que creaba esa ilusión óptica.

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora