Capítulo 54: Un rumor en el campus

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—Oye, ella tiene razón, yo nunca he visto un fantasma

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—Oye, ella tiene razón, yo nunca he visto un fantasma. ¿Ustedes sí? Creo que es lo mismo que creer en Santa Claus. Es muy infantil. Por favor, madura, Ashley —añadió Jenna en un tono burlesco.

—Bueno, como sea —concluyó Ashley, encaminándose hacia el corredor y batallando con esos zapatos de quince centímetros.

Finalmente, Ashley eligió la habitación en el centro porque era la más luminosa (aunque planeaba remodelarla y comprar una cama nueva). Jenna se quedó en la que estaba cerca del gran baño, mientras que Camila optó por la que estaba a dos pasos del antiguo aposento de Eleanor Woods. Resultaba un tanto enigmático que también estuviera vacía la habitación que pertenecía a Carley Henderson, pero Charlotte nunca se atrevió a contarles el trágico final que tuvo. Todas, incluso Sophie, asumieron que Carley aún no había regresado de vacaciones.

Una hora más tarde, después de desempacar las maletas, llegó el momento de regresar al campus central de Lothingham. El lugar parecía un ruidoso zoológico, lleno de animales salvajes listos para atacar a los más débiles. Las voces y los estrépitos eran molestos. Las porristas, con sus uniformes rojos, saltaban y animaban con sus vistosos pompones, mostrando sus sonrisas blancas a través de bocas alegres. La mascota, un águila roja con un enorme pico y gran plumaje, las rodeaba y se movía vacilante. Los jugadores de fútbol americano, con chaquetas del equipo Red Eagles, se destacaban entre la multitud. Evan Croft, uno de los más populares de la universidad, carismático y a veces detestable, caminaba con su típico gesto de quarterback. A su lado estaban los cuatro acompañantes habituales: Kevin Lancaster, Troy Orville, Will Baker y Joe Carter. Mientras reían y chiflaban a las chicas como de costumbre, Evan se encontró con Charlotte, frente a frente. Fue extraño cuando Evan, que solía mostrar interés en ella, se alejó con prisa, haciendo un inusual gesto de miedo, mientras los demás hacían lo mismo.

«¿Qué pasa? ¿Por qué ni siquiera me saludaron?», pensó Charlotte. En ese momento, escuchó una voz detestable que se acercaba, como una ola macabra de burla y caos:

—¡Quémenla en la hoguera! —gritó Skye Harris con firmeza.

Risas estruendosas resonaron. El campus, invadido por los tonos blancos, se llenaba de esos sonidos monstruosos. ¿Qué estaba ocurriendo? Probablemente, Karen Peterson y Vanessa Barnes habían contado en algún grupo de Snapchat que Charlotte Levine, «la amiga de la extraña gótica», era una verdadera bruja amante de Satanás, porque la vieron en la cabaña recitando palabras perversas mientras arrojaba un líquido púrpura sobre cadáveres atroces, rodeados de estrellas armadas con ramas y velas rojas iluminando el perturbador escenario. Ahora, ese rumor se esparcía por la universidad como bacterias en un estanque de agua podrida.

Skye Harris se acercó a la presunta bruja con un temible gesto de burla, mientras Claire Stewart, Lisa Sanders y las quince porristas vestidas de rojo hacían lo mismo.

Charlotte abrió los ojos como si fueran a estallar y quedó casi petrificada.

—Yo... no... soy una...

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora