Capítulo 48: El puente flotante

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El forcejeo de Charlotte era torpe y apenas logró evitar una caída junto con la silla y las cadenas

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El forcejeo de Charlotte era torpe y apenas logró evitar una caída junto con la silla y las cadenas. Edland la sujetó con firmeza, mostrando una mezcla de seriedad y placer al contemplarla en ese estado vulnerable.

—¿Qué pasó? ¿Por qué estoy aquí? —preguntó Charlotte en voz baja, confundida y algo asustada.

—Solo estoy poniendo en práctica mi rutina —aclaró Edland. La acomodó en la silla y comenzó a dar un par de vueltas alrededor de ella.

El rostro de Charlotte reflejaba confusión y miedo, un miedo tan intenso que aceleraba sus latidos y dificultaba su respiración. Comenzó a palidecer y a angustiarse terriblemente al darse cuenta de que estaba sometida ante el rey de la oscuridad, encadenada frente a esos ojos sombríos.

Edland, observando su expresión, dijo:

—No pongas esa cara. Aún te falta conseguir tu penúltimo ingrediente. —Se acercó a ella con una voz sutil y coqueta—. Por ahora, solo quiero beber un poco de tu sangre. Y sí, sé que piensas que soy brujo y no vampiro, pero a nosotros también nos encanta la sangre, especialmente si es de humanas tan bellas como tú —dijo, mientras le rozaba la mejilla izquierda.

Charlotte desvió la mirada hacia sus zapatos, incapaz de enfrentarlo. Solo repetía en su mente: «Sé fuerte, sé fuerte, sé fuerte. Cuando esto termine, todo estará bien».

El malicioso Edland la examinó detenidamente, pasando su mano por el largo cuello de Charlotte, admirando su piel pálida. Aunque ya presentaba algunas marcas de la mordedura sufrida minutos antes durante el sexo, Edland no parecía inmutarse.

—Veamos... ya sé dónde cortar. —Sacó del bolsillo izquierdo una delgada navaja y un pequeño frasco de vidrio para embotellar la sangre. Tras desajustar el grueso collar de la lencería, acercó la navaja a la vena yugular externa y comenzó a hacer una incisión con lentitud, dejando que la sangre cayera en el frasco. Algunas gotas también mancharon la parte superior de la lencería.

Con el corazón agitado y los latidos resonando en sus oídos, Charlotte sintió un dolor agudo en el cuello y, al ver la sangre, soltó algunos lamentos en voz baja.

—No llores solo por esto. Sabemos que has pasado por cosas mucho peores —dijo Edland, mientras la sangre seguía llenando el frasco.

Sollozando en silencio, Charlotte observaba cómo la sangre caía. De repente, Edland, impulsado por una voraz excitación, comenzó a besarla y lamerla, saboreando su sangre como un salvaje en una cacería.

—Ya basta... ya basta —susurró Charlotte, entre jadeos, horrorizada por la lengua de Edland recorriendo su cuello.

Edland se alejó un poco.

—Eres tan perfecta que incluso tu sangre sabe exquisita —comentó, y luego presionó la herida hasta llenar el frasco. Charlotte, mientras tanto, luchaba por mantener en mente los agradables recuerdos con Bradley mientras Edland bebía la sangre con gusto.

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora