Capítulo 11: La llamada

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—Nick ya me contó lo que sucedió

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—Nick ya me contó lo que sucedió. Tú tía te sacó de la casa y no tenías a donde ir, entonces, Bradley le dijo a Nick que te quedarás aquí. De verdad, lo siento mucho —decía Kumiko, mientras tomaba sorbos de café.

—Sí, eso fue lo que ocurrió. En serio, no quería molestar —dijo Charlotte.

—No hay problema. ¿Quieres que te prepare un té? ¿Café? O ¿Quieres algo de comer? —Le preguntó Kumiko, con intención de dirigirse a la cocina.

—No, no te molestes —dijo Charlotte, suspirando ligeramente—. Yo solo estaré en la habitación de Bradley. Estoy muy cansada.

—Está bien, sigue. Yo estaré en la cocina por si me necesitas —dijo por último Kumiko, sonriente.

En ese entonces, Charlotte subió las escaleras hasta la recámara de Bradley, sintiendo los pequeños brincos que provenían de su maleta, al subir cada peldaño.

Sin poder hacer más, claro que aún en un no muy visible estado de shock,  puso la maleta a un lado. Se recostó en la cama, cubriéndose con la manta color azul oscuro, que llevaba un aroma a los mejores recuerdos de su vida; la loción invictus de Paco Rabanne. Esta fragancia era el frecuente delicioso aroma en el cuerpo de Bradley. Al estar incorporada allí, era como estar acostada sobre él.

Fue un poco curioso que pese a toda la catástrofe, Charlotte, se quedó dormida de un momento a otro; claro que también, estaba agotada por todo lo sucedido.

No recordaba ni lo que soñaba ni cuánto tiempo había pasado, hasta que oyó el crujido de la puerta. Con algo de lentitud, abrió los ojos y vio a Nick, que entraba en la recámara. Nick era un chico sonriente de ascendencia asiática que estudiaba ingeniería robótica en la Universidad de Cambridge. Era algo delgado, tan pulcro que su atuendo parecía recién salido de la secadora, y su cabello azabache brillaba con intensidad

—¡Hola! Charl... —decía él, hasta que dedujo que ella estaba lo suficientemente somnolienta, como para haber estado despierta antes—. Lo siento, creo que te desperté.

—No te molestes, Nick —dijo Charlotte, sentándose sobre la cama. Hacía más de un mes que lo había conocido a él, y claro que le agradaba. En realidad, a todo el mundo le agradaba.

—Venía a decirte que, si quieres, hay pizza en el refrigerador. También hay helado de vainilla y un sándwich de Subway que me sobró del almuerzo. No hay problema si quieres comértelo. Yo ya cené en casa de unos amigos —aclaró él, mientras ella sentía un agradable alivio al comparar el trato reconfortante que recibía con el de la señora Sullivan.

—Gracias, eres muy amable —comentó, ampliando la sonrisa—. Pero creo que no comeré por hoy. Estoy un poco enferma del estómago. Igualmente, gracias, en serio.

—¿No comerás? Bueno, entonces por lo menos tomarás algo, ¿no? Hay café y limonada —añadió Nick, un poco extrañado, pero sin dejar de verse sonriente.

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora