Capítulo 39: Una invitación de R.J

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Luego de que Oslov le devolviera su sostén y su suéter, Charlotte se los acomodó, aún temblorosa por lo que había vivido minutos antes

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Luego de que Oslov le devolviera su sostén y su suéter, Charlotte se los acomodó, aún temblorosa por lo que había vivido minutos antes. Su mirada seguía fija en las cenizas; no quería contemplar su nefasto entorno, repleto de brujos y brujas con miradas burlonas, y mucho menos la de Edland, quien estaba desagradablemente fascinado por su cuerpo. Sin embargo, cuando pensó que, a pesar de todo, debía agradecerles por darle esa maravillosa pócima azul, todos comenzaron a desaparecer en un parpadeo surrealista, excepto Lauren Polanski y Abigail Wolff, quienes se encargaron de trasladar los cadáveres desde la mesa hasta el baúl del auto. En ese momento, Robbie y Sophie mantenían la expresión más atónita que alguien podría imaginar. Nick, el único familiarizado con el mundo oculto de los brujos subterráneos, se atrevió a hablar.

—Solo... olviden lo que vieron y nunca se lo cuenten a nadie. Está prohibido hablar de su existencia —les advirtió, exhausto. Subió a su habitación, a pesar de tener muchas preguntas sobre lo ocurrido, pero en ese instante solo quería encerrarse y relajarse.

Robbie, sin más opción, regresó a su casa, pensando en qué decirle a su esposa. «Fui secuestrado por un grupo de adolescentes locos por unas horas», fue la absurda explicación que se le ocurrió.

Para entonces, los cadáveres ya estaban en el baúl del Dodge Journey, que por suerte era espacioso.

—Fue una noche emocionante —manifestó Abigail, sin una pizca de ironía—. Ya es hora de irnos. Recuerda, date prisa. —En un instante, la calle, llena de niebla, quedó solitaria.

Cuando Sophie se acomodó el cinturón de seguridad y Charlotte se sentó al volante, aliviada de no sentir ninguna molestia en la espalda, el reloj del auto marcaba las cuatro y veinte de la mañana.

—Lo siento mucho —expresó Charlotte, notando la expresión decaída y aún pasmada de Sophie—. No debí haberte pedido que vinieras.

Sophie suspiró, con la cabeza apoyada en la ventanilla.

—No te preocupes —dijo, mirando el oscuro panorama, donde las casas parecían pasar a gran velocidad—. Solo espero no tener pesadillas con lo que viví hoy. Pero no te preocupes, ni siquiera pensamos que ellos estarían ahí. Además, te agradezco que te ofrecieras como voluntaria. Eres muy valiente.

—La verdad es que no podría haber soportado hacerle a alguno de ustedes lo mismo que me hicieron a mí —aclaró Charlotte, con la mirada preocupada—. Ya ha sido suficiente con lo que me ha tocado hacer, desde marcarle el trasero a Bradley y Michael.

Sophie suspiró de nuevo y estuvo a punto de quedarse dormida, aún recostada en la ventanilla.

El cielo seguía oscuro, sin una sola estrella. Al llegar de nuevo a la calle Main, se bajaron sigilosamente del auto, tratando de no hacer ruido.

Al entrar en la casa, sintieron una profunda sensación de alivio.

—Me siento muy afortunada de haber llegado —susurró Sophie en medio de la oscuridad.

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora