Capítulo 10: Bienvenida a la calle Evergreen

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El techo de la cocina se veía bastante amplio y luminoso cuando Charlotte lo contempló, aún casi petrificada en el suelo

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El techo de la cocina se veía bastante amplio y luminoso cuando Charlotte lo contempló, aún casi petrificada en el suelo. Estaba confundida y mareada, pero en esa fugaz fracción de segundo, tuvo la mala suerte de recordar de nuevo el "accidente mágico" de las manzanas rodantes y el inoportuno mensaje escrito en la fruta, que parecía algo similar a la manzana envenenada del cuento de Blancanieves, pero con un surrealista texto en letra cursiva tallado en su superficie. Lo que ahora era seguro era que los espíritus enfurecidos tenían nombres propios: Adhelaida y Eleanor Woods, en un misterioso estado de invisibilidad fuera de sus cuerpos. Por supuesto, todo tenía sentido. Ellas estaban sedientas de venganza y culpaban a Charlotte de su muerte. (La intrépida chica que salvó al elegido esa noche, lo único que las mantendría con vida.)

Estaba tratando de levantarse, y mientras apreciaba un repentino dolor en el lado izquierdo de su cabeza, distinguió a Ivanna, que venía desde la sala.

Al verla, de pronto, Ivanna lanzó una mirada confundida. Abriendo la boca, se apresuró a cuestionar:

—Pero, ¿qué te sucedió?

Charlotte, tan solo la miró fijamente, y tragó saliva, mientras seguía haciendo parte del suelo, siendo rodeada por las manzanas.

—Bueno, yo-yo... —dijo, sintiendo la lengua más enredada que un barullo de serpientes enroscadas en el tronco de un arbusto—. Antes de decir alguna tontería, con mucho esfuerzo y transformando su movimiento en un brinco veloz, se puso de pie. Rápidamente comenzó a recoger las manzanas del suelo, pues no soportaría que Agnes la llamara torpe una vez más—. Por-por favor, no digas nada de esto —le pidió, mientras acomodaba las manzanas en el canasto.

Ivanna seguía con la expresión extrañada.

—Como digas, pero ¿por qué te ves tan...? —cuando estaba a punto de preguntar porque razón se veía tan asustada, no alcanzó a pasar ni un solo segundo. Agnes hizo presencia, demostrándose bastante circunspecta; por suerte, ya todo el suelo estaba prácticamente libre de manzanas, excepto, por la dos ultimas. Una de ellas, lucía común y corriente, pero la otra, llevaba el macabro escrito, así que, al oir el resonar de los pasos, Charlotte la tomó con su mano izquierda y se encargó esconderla atrás de su espalda. Claro que aún temblorosa, notándose curiosamente asustada, además de ansiosa, e inquieta.

Agnes repasó una minuciosa mirada en ella, de que algo sospechoso y anormal estaba ocurriendo.

—¿Por qué no trajiste el trapero? —le reclamó en un tono bajo pero agresivo. Por suerte, no notó la última manzana que rodó por una esquina silenciosa—. Te lo dije hace más de quince minutos.

—Lo siento, es que... —Estuvo pensativa por unos lentos segundos y añadió—: Es que, creo que estoy enferma, me duele la cabeza y estoy muy mareada.

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora