Capítulo 37: ¿Edland Polanski en la calle Evergreen?

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—¿Qué? —dijo Sophie, abriendo los ojos—

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—¿Qué? —dijo Sophie, abriendo los ojos—. ¿Acaso quieres terminar como la chica de la película? Si vas allá, podrías salir muerta, es muy peligroso. Por lo menos, espera una semana hasta que las cosas se calmen un poco. No es nada seguro; por favor, no seas tan terca.

—Pero lo necesito. Al menos quiero verlo cinco minutos, saber cómo está. No quiero seguir así, la incertidumbre me está matando —admitió Charlotte, con la mirada decaída.

—Estás amenazada. Si sus padres te ven, es probable que... te disparen o llamen a la policía. Ellos deben estar muy alterados. Hasta yo pensaría lo peor de ti si encontrara órganos y sangre en tu maleta, y eso que ni siquiera soy cristiana. Entiende, no quieren volver a verte —aseguró Sophie, con firmeza.

—¿Pero qué hago? Necesito al menos hablar con él, moriré de tristeza, te lo juro —decía Charlotte, sintiendo nuevamente el desalentador nudo en la garganta.

—Nadie muere de tristeza. Tranquila, solo espera unos días. Cuando estemos en la universidad, tal vez él pueda ir a visitarte, claro, a escondidas de sus padres —planteó Sophie, con la mirada puesta en el televisor.

Charlotte derramó una lágrima más que resbaló por su ojo izquierdo.

—Bueno, tienes razón, eso me hace sentir más tranquila, pero no lo sé. Estamos incomunicados. ¿Qué tal si se olvida de mí y no viene a verme?

—Él no se olvidará de ti. Sabes que te ama; si no te amara, no habría ido contigo al cementerio. Recuerda que te apoya en todo, hasta en las locuras más raras. Él haría todo por ti; no creo que se rinda solo porque sus padres le prohíben verte —dijo Sophie, cambiando su mirada hacia los ojos húmedos de Charlotte.

—Gracias, Sophie, creo que ya me siento mejor —agregó Charlotte, secándose la mejilla—. Es cierto, él ha demostrado que en verdad me ama. En algún momento tendrá que escapar... y encontrarme.

—Claro que sí. Más bien, alégrate. Cualquier chica quisiera que un chico como Bradley la amara tanto, que estuviera dispuesto a darlo todo por ella. Esa suerte solo la tienes tú. —Sophie insistía en animarla.

Una ligera sonrisa se filtró en los labios de Charlotte.

—Gracias por recordármelo —añadió, con un largo suspiro.

Sophie se levantó de la cama.

—Oye, mi mamá trajo comida china. ¿Quieres? —preguntó.

—Ya te dije que no tengo hambre, solo tomaré agua.

—Vamos, tienes que comer. Me tocará darte a la fuerza como si fueras una niña —le dijo Sophie, con algo de aflicción.

—Ni lo intentes —sostuvo Charlotte, con la mirada clavada en el suelo.

—Bueno, si son las seis de la tarde y no has comido nada, creo que tendré que hacerlo —dijo Sophie, saliendo de la recámara.

Desde las ventanas, el invierno se veía en toda su magnitud. Los copos de nieve golpeaban con fuerza contra los vidrios, como si algún gigante los soplase, y el cielo se oscurecía progresivamente. Finalmente, Charlotte comió pollo agridulce, aunque casi no pudo tragarlo debido a los nudos en su garganta.

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora