Capítulo 33: Policías y regalos

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Las plumillas del parabrisas del auto policial se movían de un lado a otro, esquivando los copos de nieve

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Las plumillas del parabrisas del auto policial se movían de un lado a otro, esquivando los copos de nieve. Charlotte, con la mirada fija en ese movimiento repetitivo, dejaba caer algunas lágrimas. ¿Qué pasaría con los gatos? ¿Con los regalos? ¿Con las uvas y las nueces? ¿Con los cabellos de anciana? ¿Con los pelos que había sacado del cuerpo de Salem? ¿Y con su auto? ¿Y los frascos de perfume? Todo estaba allí, en el asiento delantero de su Dodge Journey. Era una gran tragedia. Sin embargo, lo más probable era que los brujos de la Comunidad Sicretum usaran sus habilidades oscuras para ayudarla.

—Oye, tú, tendremos que remitirte a psiquiatría después del interrogatorio. No es normal que andes hiriendo niños a la salida de las escuelas —dijo uno de los oficiales, mirándola a través del retrovisor.

—Creo que estás enferma —agregó el otro oficial, de piel negra, con un tono burlón.

Charlotte sintió un fuerte dolor de garganta, fruto del llanto reprimido que quería salir.

Cuando el auto giró alrededor de la calle Silver, a unas cuadras de la estación de policía del distrito C-6, un curioso olor a chicle de mora comenzó a invadir el vehículo, haciéndose cada vez más intenso. Tan fuerte era el olor que uno de los oficiales se apresuró a preguntar:

—¿Qué es ese olor? Huele a algo dulce... como a...

—¿Goma de mascar? —supuso el otro, volviéndose hacia Charlotte como si ella fuera la culpable—. ¿Estás mascando chicle?

—No... —respondió Charlotte, frunciendo el entrecejo mientras miraba a su alrededor. Lo más probable era que se tratara de alguna señal mágica que podría salvarla.

—¿De dónde viene ese maldito olor? —volvió a preguntar el oficial de piel oscura, sintiendo náuseas en su estómago.

—Abre la ventana, abre la ventana, voy a... —dijo el oficial de piel blanca antes de vomitar violentamente una sustancia púrpura brillante que salpicó el parabrisas. La mancha alucinógena y pegajosa se esparcía formando figuras irregulares.

—¿Qué estás vomitando, Joe? —exclamó el oficial de piel oscura, y no pasaron más de dos minutos antes de que él también comenzara a vomitar la misma sustancia. De repente, comenzó a convulsionar.

Charlotte sintió un extraño alivio, aunque estaba muy impactada. Al parecer, los brujos habían hechizado a todos los oficiales de policía de la ciudad, ya que, al voltear, vio que los demás autos estaban detenidos, también manchados con la sustancia púrpura. Hubo algunos choques, estruendos y gritos. Ella pateó la puerta (que ya no estaba asegurada), salió del auto y corrió con las manos esposadas por las calles.

Los oficiales de policía que conducían los autos no dejaron de convulsionar ni de vomitar la sustancia morada por la boca y los ojos, algo completamente fuera de lo normal. Los transeúntes que caminaban por las calles tuvieron la mala suerte de presenciar la escena.

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora