Capítulo 118. Lo más bonito del mundo

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Leonardo abrió los ojos despertándose viendo la imagen que le sacaría una amplia sonrisa. Su esposa estaba bajo su brazo acurrucada sobre su pecho.

Le resultaba curioso verla con otros ojos, cuando en todos estos años juntos disfrutaba de tal imagen al despertar.

No pudo evitar sentir un tierno impulso por pasar la palma de su mano por el vientre de su pareja. «Todavía me cuesta creer que estés en camino, mí pequeño». Pensó entre sí Leonardo, esbozando una amplia y cálida sonrisa.

Aquella sonrisa creció cuando dirigió la vista hacia el rostro descansando plácidamente de su amada. Deslizó las suaves caricias en su vientre hasta ascender por el brazo de la chica al que tenía mayor acceso. Desvió el camino de caricias hasta terminar por recorrer su espalda.

A la tortuga le resultaba agradable acariciar cada parte de su chica, tenía una piel tersa y suave, de las cosas que más le encantaba al de azul. A todo esto, no pudo resistirse a depositar un gentil beso sobre la sien de su mujer.

Y por supuesto, de volver a acariciar el vientre donde continuaba ese reiterado sentimiento de pensar que se encontraba su bebé. Tendía a ser una tierna costumbre para él con el emotivo pensamiento de que ahí se encontraba su pequeño o pequeña.

Leonardo continuaba con las caricias recorriendo el cuerpo de su mujer. Hasta que Sara finalmente comenzó a despertar, abrazándose aún más al caparazón de su intrépido líder.

La tortuga sonrió ante el gesto de la chica, y la ayudó a despertarla depositando reiterados besos por su rostro. Ambos se dedicaron una cálida sonrisa y besaron sus labios dándose los buenos días.

Podían pasarse así durante toda la eternidad. Pero la realidad siempre era más dura y había que empezar el día en cualquier momento.

Leonardo se levantó primero comenzando a colocarse su equipo y bandana. Observaba a Sara como se despertaba frotándose los ojos con el dorso de sus manos. Ella le miraba con una sonrisa en lo que el de azul se preparaba para salir de la habitación.

Leo: ¿Prefieres quedarte a desayunar aquí, o vamos al salón? —Se inclinó para besar la mejilla de su mujer.—

Sara: Me gustaría poder desayunar como la gente normal. —Sarcástica respondió ella divertida.—

Leo: Está bien. —Respondió entre risitas. Sujetó las manos de su mujer para ayudarla a enderezarse y salir de la cama. Aunque no pensaba soltarla hasta llegar.—

En lo que Sara y Leonardo bajaban las escaleras en camino a la cocina, Lara y Raphael ya se habían adelantado para desayunar. El de rojo se había preparado para desayunar un zumo y un par de tostadas, a diferencia de Lara, que optó por un vol de leche con cereales.

La pareja dirigió la vista a la entrada cuando observaron a Sara y Leonardo entrando por la puerta. Les hacía gracia la lentitud con la que Sara caminaba y se sujetaba el abultado vientre con una de sus manos mientras que con la otra agarraba la mano de su marido.

Por sorpresa para ellos, Roth tomó la iniciativa para prepararles el desayuno. En la semana que llevaba en la mansión tras regresar de su tan dedicado oficio, quería compensar su excesiva ausencia cuidando de ellos.

Roth: Buenos días. —Sonrió a la pareja. Ellos respondieron sonrientes en lo que se acercaban a la mesa.— ¿Cómo ha dormido lo más bonito de esta casa?

Herederas Y MutantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora