Falta uno

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Todos estaban muy agitados desde que mi padre envió a los tres mensajreos a comunicar sus peticiones, pero ¿por que no?, una guerra inminente se acercaba y no podiamos hacer nada para evitarlo. Cada día que pasaba era una tortura.

Temíamos ver a los mensajeros aparecer en el bosque.
No había ningun tipo de plan o estrategia, al menos no que yo supiera. Simplemente quedaba esperar, esperar y esperar.
Me sentía totalmente inútil, inpotente, desgraciada. No hay palabras para describir lo que estaba atravesando en ese momento. Perdí a muchos amigos, a mi madre y mi protector, aunque el significaba mucho más que eso para mí.
Luego de cinco largos días vimos aparecer a uno de los mensajeros, supe que su nombre era Euclid. Euclid se veía muy cansado. Lo habían atacado, tenía varis rasguños y mordidas, dos de ellas podían considerarse profundas. Su familia se veía a la vez temerosa y aliviada de verle, pero no podrían reunirse con el hasta que hablara con mi padre. Luego de que mi padre le diera la bienvenida, aunque no muy acogedora, el mensajero le dio las noticias a mi padre.

- Zotheill le ha envido este mensaje, señor - dijo el mensajero.

- Esta bien. - añadio mi padre- ¿Quien te ha hecho esto?

- Los del sur. Me atacaron cuando me vieron, y luego de decirles que era un mensajero, se calmaron un poco pero no dejaron de lanzarme mordidas leves y rasguños.

- Nunca cambiarán, son unos condenados- la verdad me impresionó que no hubiera explotado en ese momento, pero ya lo haría pronto.- Quiero que vayas a recivir atención de los sanadores cuanto antes.

Luego comenzó a leer el mensaje. Estoy segura de que lo que sea que contenía no hizo mas que aumentar su locura a un nivel mayor. Mientras leía su cara se comenzaba a tornar roja.

- El imbésil no se lo quiere tomar en serio, el mensajero tiene razón. De todas maneras, le haremos ver que si es enserio.

- ¿Puedo retirarme? - preguntó el mensajero, deseaba irse.

- Si, si... espera, una cosa más. ¿Donde estaban exactamente ubicados los Licántropos del Sur?

- A las orillas del Lago Toothgul, a dos días de aquí. Hacia el sur.

- Esta bien te agradesco tus servicios puedes retirarte, pronto habrá mas trabajo para ti.- luego de esto el mensajero se fue y tuvo una calurosa bienvenida de parte de su familia. Además lo vi retirarse con ellos a la tienda en la que los sanadotes trataban a los heridos. A pesar de todas sus heridas, él estaba más saludable que yo, al menos sicologicamente.

Mi padre se fue, y como siempre me ignoró por competo. Incluso pasó a mi lado y ni siquiera me diriguio la mirada. Esta bien que la pérdida de mi madre le afectara, a mi también me dolía, pero no podía olvidarse de su hija, su única hija. Ni siquiera designo a otro protector para mí, de todos modos ya no tenía importancia.

Dos días después, otro mensajero llegó. Aunque no era un mensajero común, era el saboteador que mi padre emvió a la aldea cercana para debilitarlos y evitar posibles ataques.

El estaba en mejores condiciones que el mensajero anterior, solo unas pocas heridas superficiales. El era más joven y sus padres lo esperaban, pero como Euclid, Mijik (así se llamaba, se me olvido mencionarlo) tendía que hablar con Ancor primero.

- ¿Comó te ha ido? ¿Lograstes algo?- pregunto Ancor secamente.

- Diré que mejor de lo que esperaba, señor. Me escondí en una carretilla de un granjero para poder entrar desapercibido en Greentown. Pense que la mejor manera de debilitarlos era desorganizarlos. - Mijik hizo una pausa que mi padre no interpreto bien.

-¿Y? ¿Qué pasó? Mueveté no tenemos todo el día.- interrumpío mi padre.

- Hacia allí me dirigía señor... Le decía que mi plan era desorganizarlos así que estuve unas pocas horas disfrasado de vagabundo a ver si podía averiguar donde vivía su líder. En la noche me escabullí en su casa, fue un poco dificíl entrar pero salte la valla que era el punto mas bajo de el muro para entrar. Cuando estube adentro evite a los sirvientes y fuí hasta la habitacion de Freent, ese era su nombre. Los maté a él primero y luego a su esposa, para que no quedaran testigos. Finalmente fuí al bosque y enterré los cadáveres en el lugar mas alejado que pude.

- Muy bien, aunque quizá enviemos espías a ver los resultados. Me ha impresionado tu estrategia, fue muy inteligente.- no pense que Mijik reciviriá tantos alagos- ¿Te han atacado? Veo que tienes algunos rasguños.

- Ah, sí, se me olvidaba. Mientras escondía los cádaveres, me fue algo difícil transladarlos, pero como era muy entrada la noche nadie me vio. Exepto por una pareja de cazadores nocturnos que estaban por la zona. Como es mejor prevenir también los maté, no quería que quedáran testigos, como ya he dicho antes.

- Bueno, ya has hecho tu trabajo. Si quieres puedes ir con los sanadores, ahora retírate.- finalizó mi padre.

Mijik no espero un segundo más. Fue directo a reunirse con sus padres, se veían muy felices por la llegada de su hijo samo y salvo. Pero aún faltaba un mensajero por llegar y todos comensabamos a preocuparnos.

CorreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora