Brujo Blanco

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Estaba oscuro, el aire era pesado allí dentro. No sabia que me esperaba. Pensé en cosas horribles. Seres deformes arrancandome las extremidades, espectros adueñandose de mi alma, Híbridos fuera de control matando a cualquier ser viviente que se interpusiera en su camino... bueno muchas cosas se me ocurrieron en ese momento. Pensé en simplemente dar la vuelta e irme pero era una idea demasiado cobarde. Ultimamente el miedo había conseguido controlarme de muchas formas. "Bueno, supongo que si es poco probable que me pase algo debería seguir." Me dije a mi misma.

Comence a caminar. Decidí que mi forma de lobo sería la mejor para seguir adelante, mis agudos sentidos me ayudarían en la inmensa oscuridad. Me despoje de mis prendas de ropa y las deje cerca de la entrada para no causarles daños durante la transformación. Las deje en la entrada de la cueva, tal vez la necesitaría más tarde.

Olfatie un poco el aire. No corría una sola gota de brisa, ningún olor me llegaba, debía acercarme a las cosas demasiado para poder captar su aroma. Los únicos sonidos que se podían presenciar provenían de el exterior de la cueva. Comence a andar con cautela. Mis ojos apenas podían distinguir las rudimentarias paredes de la cueva. Tanteaba con mi sensible nariz la superficie del suelo. Camine unos diez minutos, cada vez adentrandome más y más en las profundidades de ese lugar.

A medida que avanzaba pude ver que la cueva se volvía más ancha, hasta acabar súbitamente en una pared de piedra. Que se en lo que se asemejaba a un pequeño cubículo de unos siete metros por cinco metros. Di un par de vueltas por allí. No había nada fuera de lo normal. Inspeccioné detenidamente la pared en la que se acababa la cueva. Sin mas que mostrar que sus toscas irregularidades.

Mientras intentaba descubrir algo que me fuera de utilidad, percibí una insólita presencia detrás de mí, al igual que lo había hecho con el Espectro tiempo atrás, seguida de una sensación de calidez y una tenue luz. Me di la vuelta lo más lento que pude.

Una pequeña llama de un color blanquecino yacía suspendida en medio de ese extraño lugar. La observé durante un par de minutos. Contenía una extraña belleza, una belleza oculta y posiblemente incomprendida. Serpenteaba suavemente al sentir las sutiles ráfagas de viento que provocaba mi aliento lobuno. Avance un par de pasos hacia ella, su belleza cada vez me cautivaba más.

De repente me detuve en seco.

Una silueta detrás de la pequeña llama esperaba de pie, con aire tranquilo. Me puse en guardia pero sin incitar a una pelea. Rodié la llama hasta quedar a solo unos pasos de la silueta. La luz de la llama me permitió distinguir los aguileños rasgos de su cara. Su nariz puntiaguda sobresalía entre su tupida barba canosa, a juego con su cabello. Sus ojos grises con aire juvenil contrastaban de su aspecto de anciano. Vestía una toga sencilla, color marrón, viéndola de cerca se podía decir que estaba hecha de piel de venado. Se sostenía en un bastón, el bastón era muy parecido a su portador, cono con alma propia. Por supuesto cabe mencionar que su forma era la de un Humano, no un Licantropo en forma humana, sino un Humano, pero no uno cualquiera.

No era una amenaza. Inspiraba paz. Cero preocupación. Nada de estrés.

Volteo su cabeza al verme.

-Estuve esperándote. -me dijo.

-Y yo ni siquiera se quien es usted. -dije respetuosamente, algo en mi me decía que se merecía ser tratado así.

-Soy Otrebor, también conocido como el último Brujo Blanco.

-Imposible...

-¿Si verdad?- sonrió con un toque de picardia.

Un Brujo Blanco frente a mi... ademas con sentido del humor.

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